Sobre el mal de amores

El mal de amores tiene mucho de construcción social. El "fracaso" que supone socialmente se junta con un mito del amor romántico no conseguido, y con heridas en el ego que a veces se confunden con heridas en el corazón.

Por una parte, que nos abandonen suele sentirse como una vergüenza -que difícilmente podríamos ocultar a nuestro entorno- porque has fracasado. Tú más que él o ella. Quien deja la relación lo tiene más fácil, claro. Cuando te vas de un lugar, la sociedad entiende que tienes un lugar mejor al que ir, que te espera una vida que se adaptará mejor a lo que quieres. Cuando te abandonan a ti, te han arrebatado la forma de vida que supuestamente querías, sin contar contigo. Tu mundo es ahora algo que tiene que recomponerse desde el dolor más profundo.

Pero ese dolor tiene mucho de cultural. Y suele ser más angustioso en personas que han centrado su vida en su pareja. Por enseñanzas patriarcales, sabemos que somos las mujeres las que hemos aprendido a poner al hombre en el centro de nuestras vidas: el salvador, el proveedor, el príncipe azul, aun cuando no es ni príncipe, sino Bestia.

La autoestima construida sobre lo que siente alguien por nosotras no solo es una pseudoautoestima frágil, sino que desaparece tan pronto como nuestra pareja sale por la puerta. El dolor se multiplica por dos si se marcha con otra persona. Asumimos que es alguien "mejor", aunque rara vez pensamos que vaya a ser mejor persona, más bondadosa o más empática. Más bien las fantasías radican en que, seguro, físicamente será más normativa que nosotras, e incluso su edad será menor que la que tengamos nosotras. Los conceptos patriarcales se van alternando en nuestra mente, sin dan lugar a otras características que realmente sí pueden hacer mejor o peor a otra persona, como es su calidad humana.

Odiamos a esa otra que no conocemos, si él o ella no la hubiera conocido, nada hubiera pasado, y tú y tu pareja seguiríais en una relación. Una relación que quizás merecería más análisis por nuestra parte. ¿Qué nos aportaba realmente? Objetivamente, ¿qué nos gustaba? Si hacemos una lista de cosas positivas y negativas, las negativas nos parecerán nimiedades aunque sean graves, y las positivas nos parecerán vitales aunque sean nimiedades. La presión sobreviene a tu nueva soltería (más grave cuantos más años tenemos). Nuestra autoestima, más o menos dañada según lo fuerte que esta fuera, puede ir desde el "nadie más me va a querer porque soy inquerible" al "me duele que ya no me quiera, pero lo último en lo que voy a pensar es en quién me va a querer el futuro". A más afianzada y sana sea tu autoestima, más probabilidades de salir airosa de una ruptura. Pero nos enseñan a odiar nuestros cuerpos, a criticarnos sin compasión, a flagelarnos por todo lo que hacemos mal. Incluso a no venirnos arriba con lo que hacemos a la perfección.

El feminismo, una vez más, nos sirve. Instruirnos sobre el mito del amor romántico, sobre el autocuidado, sobre cómo cimentar nuestra autoestima en un mundo que nos quiere sumisas y hasta rindiéndole pleitesía al otro. Todas conocemos -o incluso se ha pasado por ahí- a mujeres que han mantenido una relación con un tipejo al que han tenido que "aguantar", con todo lo que conlleva ese mensaje machacón que la sociedad nos ha metido en la sangre: "aguanta". Y hemos visto cómo han tardado meses o incluso años en superar la ruptura con el tipejo. Mito del amor romántico, una autoestima maltrecha (en la que él habrá colaborado), fracaso social, vergüenza, heridas en lo que quedaba de su ego, distopías en su mente sobre futuros apocalípticos en los que moría sola sin que nadie más la quisiera. Como si el amor de una pareja fuera lo que nos hace personas funcionales, felices, apasionadas, esperanzadas.

Cuando se tienen criaturas, la cosa puede ser más dura. Te aplasta la pena por ellas, porque no van a crecer en un hogar normativo. Pero tus criaturas no pierden un padre, el padre seguirá siendo su padre. Si no es así, amiga, menos mal que se piró. Objetivamente, en ese caso, es lo mejor para ti y para ellas, sin duda. A padre ausente que huye, puente de plata. La vida será más complicada por lo que implica la crianza a solas, pero eso es una realidad material, no es ninguna construcción social, y las emociones asociadas nada tienen que ver con un "corazón roto".

Para la parte de la construcción social que contiene el "mal de amores", muchas veces ni siquiera nuestra experiencia previa nos sirve. Porque aun sabiendo que una pareja NO trae a tu vida en una cajita ni la felicidad, ni la esperanza ni el buen humor, parecemos incapaces de tener la lucidez suficiente para entender que su marcha no puede implicar que se lleve todo de vuelta en la misma cajita. Y si nos falta tanta lucidez no es porque las cosas tengan que ser así. Hemos normalizado la pena absolutamente inconsolable que nos produce un abandono siendo adultas y el no ser capaces de decirnos... "un momento, ¿cómo era mi vida realmente con esta persona?".

¿Cuánto de nosotras mismas habíamos depositado en él o ella? ¿Cuántos aprendizajes hemos absorbido sobre que, por fuerza, nuestra vida, nuestros hobbies, nuestro tiempo de ocio o nuestros pensamientos debían incluir a esa persona? ¿Cuánto tiempo nos hemos dedicado a nosotras mismas, cuánto ocio, cuántas horas de pensarnos y reflexionarnos como mujeres con múltiples facetas? ¿Cuántos proyectos habíamos trazado en nuestra mente donde solo estábamos nosotras?

Creo sinceramente que, para estar fuertes y no doblegarnos por completo a los puñetazos de la vida, tenemos que aprender a cuidarnos, a tratarnos bien (muy difícil, qué te voy a contar), a construir nuestra autoestima con vigas tan profundas que toquen las antípodas. Poner verdadero interés en aprender porque, por defecto, a las mujeres no se nos enseñan tales cosas. Tener proyectos propios, aunque la falta de tiempo en sistemas capitalistas, a veces, solo nos permita que esos proyectos sean únicamente ideas mientras cogemos el sueño. Y si ya estamos en pareja, evaluar objetivamente, por ejemplo, si queremos criaturas. Indagar en nuestro deseo intentando desprendernos de los aprendizajes tóxicos del patriarcado. Pensar, si ya somos madres, si queremos otra criatura realmente o si aquí se acabó lo que se daba. Pensarnos bien, conocernos bien, querernos bien. Mirarnos un poco el ombligo para variar.

Y hacerlo siempre, como norma a incluir en nuestra agenda. Hacer balance de nuestras relaciones siempre, sin miedo a lo que nos vayamos a encontrar. Y hacerlo todo, no solo para estar fuertes si nos dejan, sino por nuestra calidad de vida. Luchar contra la inercia en la que nos sumergimos sin darnos ni cuenta, salir de la espiral del día a día de vez en cuando e intentar ser objetivas sobre la vida que llevamos, y si realmente es lo que queremos o es a lo que nos hemos adaptado sin darnos cuenta. Estoy segura de que si todas las mujeres hiciéramos esto, muchas no solo no sufriremos como almas en pena con un abandono... entre otras cosas, porque es muy probable que fuéramos nosotras las que hicieran las maletas antes: especialmente (y por motivos culturales del patriarcado) si nuestra pareja es hombre.