Segunda parte del abecedario de las violencias contra las mujeres

Una mujer mira su móvil frente a un ordenador. - Pixabay
Una mujer mira su móvil frente a un ordenador. - Pixabay

Aquí tienes la primera parte de este artículo sobre los tipos de violencias machistas que sufren las niñas y mujeres. Para prevenirlas y saber reconocerlas, hay que saber cómo son y dónde se esconden.

Violencia laboral

Abarcan las acciones u omisiones discriminatorias o violentas que sufren las mujeres por parte de aquellos con los que tienen un vínculo laboral o análogo, no es necesario que el maltrato o la discriminación venga de un superior. También, en este tipo de violencia, las prácticas son múltiples: brecha salarial, techo de cristal, suelo resbaladizo, discriminación en selección de personal o de ascensos por ser madre, querer serlo o, simplemente, encontrarse en edad fértil y presuponérsele la intención de tener criaturas. También los estereotipos y el sesgo machista en quienes contratan dejan fuera a las mujeres, ya que a la hora de perfilar a los puestos para una oferta de trabajo o un ascenso hacen pensando en que los va a desempeñar un hombre. Esto es especialmente sangrante en gremios masculinizados. Y a la hora de publicitarlos son descritos en masculino "se busca traductor", "oferta de empleo para arquitectos".  Y, en contra, solo se piensa en mujeres cuando el empleo versa sobre los cuidados o cuando es especialmente precario (más sacrificado, peor pagado, a menudo son solo medias jornadas, etc). Y así se hace ver en las ofertas de empleo "se busca limpiadora", "se necesita cuidadora"...

Todo lo anterior perpetúa la eterna feminización de la pobreza que se acentúa en aquellos países donde la precariedad es la norma, pero no es la única causa de esta realidad. El capitalismo -que da para otra saga de artículos- es el que está en la raíz de la enorme brecha entre ricos y pobres. El patriarcado es solo quien distingue por sexos y decide quiénes van a ser las más pobres entre los pobres.

Pueden confluir dos o más tipos de violencia machista en el ámbito laboral: acoso o agresión sexual, violencia psicológica o mobbing por razón de sexo. También son violencia laboral las acciones u omisiones de la empresa, compañeros o superiores que revictimicen a la mujer una vez ella haya reportado haber sufrido algún tipo de violencia laboral.

Violencia obstétrica

Una declaración de la ONU en 2014 recogía una condena rotunda al "maltrato físico, la humillación y la agresión verbal, los procedimientos médicos coercitivos o no consentidos (incluida la esterilización), la falta de confidencialidad, el hecho de no obtener el consentimiento plenamente informado, la negativa a suministrar medicación contra el dolor, las graves violaciones de la intimidad, la denegación de admisión a los centros de salud, el abandono de las mujeres durante el parto que puede llevarles a sufrir complicaciones es evitables y que puede amenazar su vida y la detención de las mujeres y sus hijos recién nacidos en los centros, tras el parto, debido a su incapacidad para hacer frente al pago". En su declaración, la OMS también reconoció que "ese maltrato no solo viola el derecho de las mujeres a una atención respetuosa, sino que también puede poner en peligro su derecho a la vida, a la salud, a su integridad física y a no ser objeto de discriminación".

En 2019, por fin, la OMS reconoció el término exacto para todas esas prácticas que sufren las mujeres por razones de sexo: violencia obstétrica. Acabando el año 2021, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) rechazó no solo el término sino su existencia misma asegurando "la inexistencia de actos violentos en la atención a las pacientes y recuerdan el compromiso de los especialistas en Ginecología y Obstetricia de velar, en todo momento, por el bienestar de las mujeres, su salud y la de sus hijos (...)".

Pero la realidad de millones de mujeres en todo el mundo no deja lugar a dudas, y esta violencia es ejercida sistemáticamente por parte del personal sanitario durante el embarazo, el parto y el puerperio, y está ampliamente reconocida por organismos, instituciones y ONG en todo el mundo.

Violencia mediática

OVIGEM (Observatorio de Violencia de Género en Medios de Comunicación) define la violencia mediática como el "la publicación y/o difusión de mensajes, imágenes, iconos o signos estereotipados a través de cualquier medio de comunicación, que reproducen dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, normalizando así, la subordinación de las mujeres en la sociedad".

La violencia mediática es también violencia simbólica, siempre y cuando esté amparada o reproducida por los medios de comunicación. Los ejemplos son infinitos, como todas sabemos, y las mujeres convivimos con ellos diariamente a lo ancho y largo del mundo.

Violencia digital

Siempre que se descubra o invente un espacio nuevo, el sistema patriarcal se colará para ejercer violencia con las mujeres. La violencia digital es un ejemplo perfecto de esto mismo. El Ministerio de Igualdad la define como "todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada (...) están surgiendo como consecuencia de la aparición y desarrollo de las nuevas tecnologías. Todas estas conductas que se ejercen a través de las nuevas tecnologías, de las redes sociales o de Internet las podemos englobar bajo la denominación de violencia de género digital".

Van desde el acoso, la publicación de datos privados, las amenazas, el hostigamiento o el chantaje hasta el feminicidio, ya que este tipo de violencia puede empujar (y empuja) a niñas y mujeres al suicidio.

Violencia lesbófoba

Las mujeres no heterosexuales han sufrido históricamente discriminación y violencia debido a su orientación sexual, entendida por el patriarcado como incorrecta al no obedecer la orden de sentirse atraídas por el sexo contrario al suyo. La lesbofobia genera todo tipo de violencias, como la sexual (por ejemplo, las violaciones correctivas), la física, la psicológica o, como punta del iceberg, el feminicidio.

Violencia androcéntrica

Tomar la anatomía masculina como estándar y única e ignorar a las mujeres y las diferencias entre ambos ha sido una constante a lo largo de la historia. Es especialmente preocupante en el ámbito médico, y es que la brecha entre los sexos en las investigaciones sanitarias, médicas y psicológicas ha causado y causa menos calidad de vida para las niñas y mujeres. Los tratamientos y procesos fisiológicos, especialmente aquellos que solo incumben a las mujeres, como la menstruación, el embarazo, el parto o la menopausia, son menos investigados, documentados y analizados a pesar de ser algo más del 50% de la población mundial.

Hasta 1998 (y gracias a una mujer, la uróloga Helen O'Connel) no conocimos la anatomía completa del clítoris. En sus propias palabras "No es sorprendente que no se conozca la anatomía del clítoris. Es nuestra herencia cultural". Muchas especialistas, escritoras y teóricas han denunciado los estragos que causa el androcentrismo en la vida de las niñas y mujeres, y el encarnizamiento médico que supone diagnosticar (o la omisión del diagnóstico) o tratar al sexo femenino tomándolo como un igual al masculino.

Violencia sociosanitaria

La violencia en el ámbito de la salud abarca mucho más que lo anterior. Y es que no solo hay que tener en cuenta el androcentrismo en la medicina sino también los sesgos sexistas del personal de atención sociosanitaria (área donde se encuentran la salud y las necesidades sociales). A menudo se habla de violencia médica, dejando fuera otros ámbitos estrechamente relacionados como la asistencia social, los cuidados a personas mayores, etc. Este tipo de violencia se da tanto en espacios públicos como privados, sufriéndolos desde víctimas de violencia machista a la hora de recibir atención de servicios sociales hasta pacientes mujeres que son sobremedicalizadas por el hecho de ser mujeres. A este respecto son muy recomendables los libros y las aportaciones de la endocrinóloga Carme Valls.

Las mujeres de países explotados o ignorados por el primero mundo sufren aún en mayor medida todo lo anterior, ya que muchas no tienen siquiera acceso a agua potable, mucho menos a servicio sociosanitario alguno.

Ya no es ningún secreto el maltrato de las niñas y mujeres (en el caso de las madres, al igual que otros tipos de violencias, se extiende también a sus criaturas: niños o niñas) en el ámbito sociosanitario, el cual menoscaba su salud mental y física.

Mutilación Genital Femenina

Aunque bien podría englobarse dentro de la violencia sexual o física, este tipo de violencia merece su propio apartado. UNICEF define la mutilación genital femenina como "un procedimiento que se realiza a una mujer o a una niña con el objeto de alterar o lesionar sus órganos genitales sin que existan razones médicas que lo justifiquen. Casi siempre implica la extirpación parcial o total de los genitales externos".

La razón de tal violencia es privar a las mujeres un desarrollo libre de su vida sexual y del disfrute de su propio placer, siempre atendiendo a tradiciones o creencias patriarcales. Aunque no pueden contabilizarse las víctimas totales de esta práctica, UNICEF estima que "al menos 200 millones de niñas y mujeres de 31 países, con edades comprendidas entre los 15 y los 49 años" han sido sometidas a dicha mutilación. El apunte positivo es que en "los últimos 30 años se registraron notables progresos hacia su eliminación".

Además de los riesgos que supone esta práctica para niñas y mujeres en el momento de la práctica, la OMS alerta de que más tarde causan "quistes, infecciones, complicaciones del parto y un aumento del riesgo de muerte del recién nacido".

En España, ascienden a 3600 niñas las que sufren riesgo de ser sometidas a dicha violencia.

Discriminación social y legal

Aquí cabrían tantas prácticas nuevas y antiguas, lejanas o cercanas, que sería imposible enumerarlas.

Si bien es cierto que la discriminación contra las niñas y mujeres es una práctica en el mundo (incluyendo por supuesto a los países cuya legislación no distingue entre sexos e incluso tienen leyes específicas para protegerlas a ellas) hay multitud de países hoy en día donde son las propias leyes las que separan a unos de otras, otorgándole siempre a ellos derechos exclusivos en detrimento de las niñas y mujeres. Desde la prohibición de que hereden en la medida en la que lo hacen los hombres hasta la legalidad de los matrimonios infantiles forzados.

Aún hay países donde es legal casarse con niñas, y las violaciones que tienen lugar dentro de dicha unión obligada dan como resultado embarazos infantiles. Los riesgos para la vida de las niñas durante el parto no los asume nadie, mucho menos los Estados que lo permiten. Esta realidad bien podría enmarcarse dentro de la violencia sexual, psicológica, física, legal, etc. ya que sus víctimas están atravesadas por todas ellas.

Otros tipos de violencias y discriminaciones

Escribía Marilyn Frye en Politics of Reality que "(...) los hombres quieren de las mujeres su devoción, su servidumbre y sexo. La cultura heterosexual masculina es homoafectiva y cultiva el amor por los hombres». La homoafectividad, entendida como la complicidad, el respeto y la devoción que los hombres sienten por otros hombres (independientemente de su orientación sexual, siendo predominante de hecho entre los heterosexuales) ha sido siempre un caldo de cultivo para todo tipo de violencias contra las mujeres.

El patriarcado empuja a las mujeres a ser enemigas entre sí y a los hombres a respetarse. Si bien al patriarcado le viene francamente mal que el feminismo desarrolle sororidad entre las mujeres, sigue intacta la fraternidad entre los hombres, aun cuando generan violencia de cualquier tipo contra las mujeres. De ahí que seamos siempre nosotras las víctimas de todo de tipo de prácticas que solo son posibles gracias a la homoafectividad, por ejemplo el "porno de venganza", generado y consumido por hombres donde siempre son las mujeres la víctimas (y que ha llevado al suicidio a muchas mujeres). Hay miles de ejemplos, y quizás los más evidentes son los más mediáticos, como el hecho de que se ovacione y premie a acosadores confesos (como Plácido Domingo o Louis CK), a violadores como Kobe Bryant o Marilyn Manson, o maltratadores como Maradona, el cual llegó a recibir homenajes sonrojantes por parte de políticos autodenominados de izquierdas y aliados feministas.

Exactamente el mismo ejemplo que están viviendo las víctimas del #MeToo al ver cómo sus violadores y acosadores se suben a los platós y son nominados, premiados y ovacionados lo han sufrido las adolescentes y mujeres siempre, pero en sus propios espacios, más cotidianos, más pequeños y comunes. Pero la complicidad y fraternidad entre hombres no solo ha truncado la vida de muchas mujeres a lo largo de la historia de esta forma, sino de muchas otras y mucho más duras: podemos hablar las que abandonan sus vidas y sus pueblos o ciudades para no soportar el acoso por "puta" o por "mentirosa" (por ejemplo al denunciar maltrato o violación) mientras veían cómo sus maltratadores o violadores seguían gozando del crédito y respeto de sus paisanos.  Otras no llegan a contarlo, ya que o bien económicamente no pueden escapar o bien acaban considerando el suicidio como única alternativa para acabar con el sufrimiento.

Las mujeres que viven en regímenes patriarcales más duros sufren aún en mayor medida todo lo anterior, ya que el estigma alcanza incluso a las víctimas de violación. Estas son acusadas lo mismo de "puta" que de culpable de los hechos, o sencillamente "impuras", y sus propias sociedades son las que las relegan al ostracismo, a menudo incluso sus propias familias.

Las consecuencias del sistema patriarcal y todas sus violencias, además de entrelazarse entre ellas, lo hacen con otros módulos de opresión, como puede ser la clase social, la etnia, la orientación sexual, tener una discapacidad, etc.

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