No nos curemos de espanto

Macarena Olona en una rueda de prensa.- EFE
Macarena Olona en una rueda de prensa.- EFE

Hay algo de mí misma que me molesta mucho, pero solo si me pasa a mí. Cuando veo el mismo ramalazo en otras personas, resulta que me gusta, me da ternura. Me refiero a la incapacidad de curarse de espanto. Me cabrea soberanamente no estar curada de espanto ya, a estas alturas, porque ya no sé si es que soy estúpida o es que el nivel de la política en nuestro país nunca para de bajar y ahí está el quid de toda la cuestión.

El caso es que es algo que me parece muy bonito cuando lo veo desde fuera. Por ejemplo, cuando veo que una amiga no da crédito a algo -lo que sea- que se ha dicho o hecho desde el ala ultra de la política. "No puede ser, a ver que vea yo el vídeo". Y a la vez, me da muchísima tristeza la otra parte: aquellas personas que no necesitan ver nada y creen lo que les están contando a pies juntillas, porque ya nada les sorprende.

Por ponerles un ejemplo, hoy me cabreé de nuevo por no ver venir algo así. Y no solo no verlo venir, sino indignarme hasta cansarme.

Hay una película de terror psicológico que tuvo mucho tirón cuando salió, en 2017. Una peli donde unos ancianos ricos secuestraban a jóvenes pobres para -sin matarlos- meter sus mentes en ellos, secuestrar así sus cuerpos, y vivir más tiempo. Lo terrorífico del asunto, es que las mentes de las personas secuestradas eran testigos de todo, a través de sus propios ojos. No diré el nombre y así no cuenta como spoiler.

Si te asomabas a los ojos de los cuerpos secuestrados, podías ver, en el fondo de sus miradas, el horror que estaban sintiendo, porque ya no eran más que simples espectadores de la vida que tenían los secuestradores usando sus cuerpos como meros vehículos.

Cuando me encuentro con esas miradas vacías de sorpresa, de espanto, me acuerdo de esa película. Y me pregunto si no será que tras la mirada vacía, están realmente horrorizados como cualquier otra persona. Si no será que han secuestrado su espanto, casi como mecanismo de defensa, para no sufrir indignación, rabia e incluso odio.

Luego están los que tienen la mirada vacía porque, realmente, no les importa lo más mínimo o, es más, están contentos con lo dicho en particular y con el declive moral de la política en general, ya que esa forma de entender la vida y la política cada vez se parece más a lo que ellos anhelaban. Y, en consecuencia, así votan.

¿Que la presidenta de la Comunidad de Madrid dice que agredir sexualmente de forma sistemática a criaturas es un error como cualquier otro? Bueno, es que también hay que valorar que existe el Camino de Santiago, tan bonito como es. No todo es blanco o negro. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Claro que sí.

Por su parte, los "autosecuestrados", claramente abatidos desde hace tiempo, se encogen de hombros y están deseando que le cambien de tema. Parecen decir, con sus silencios, que no se puede hacer nada, que mejor alejarse emocionalmente.

El ala ultra de la política no detiene nunca su máquina de esparcir indigencia emocional, de herir sensibilidades, de disparar para matar las energías, el empuje, las ganas de construir una sociedad mejor. Y lo consiguen. Con mucha gente, lo consiguen. Gente que no puede más. Y a quienes yo, por supuesto, no voy a juzgar o culpar.

Quienes no terminamos de curarnos de espanto, seguimos aquí, sin alejarnos, sin caer en lo que más le interesa a semejante caterva de desalmados. Pero tanto unos como otras, seguimos sufriendo. No me cabe duda de que alejarse es solo una fantasía. No puedes alejarte de la política, en todo caso puedes hacerlo de la actualidad, pero no de la política. La vida es política. Cada decisión que tomamos está politizada. Y cada vez más a menudo me pregunto si puede haber una forma de desarrollar un activismo contundente mientras estás completamente fuera de la actualidad. Solo puedo pensar en un tipo de activismo individual, en tu pequeño ámbito, pero sin organización ni colectividad alguna.

Un día antes de Ayuso, le tocó el turno a Macarena Olona, ambas ya indistinguibles. En esta misión suicida en la que el PP se ha embarcado para rascar votos a Vox solo habrá un cadáver, y no creo que mucha gente apueste porque sea el del Vox. El trumpismo se ha colado tan salvajamente en España a través de la política, que no me extrañaría nada que alguno de estos dos partidos acaben sacando gorras a la venta donde se pueda leer "Hagamos España más española aún".

Admito que al verlo, ni siquiera entendía qué estaba pasando, por qué el vídeo comenzaba como comenzaba (con feminazis sectarias de la izquierda, ¿de quién hablaban? ¿de las feministas?), por qué se hablaba de las tetas de Irene Montero o por qué las risas nerviosas. Tuve que verlo muchas veces para, primero, creerme lo que estaba viendo y, segundo, esperar que se me pasara el espanto. Cada vez más a menudo esta gente me hace sentir como una niña pequeña, demasiado inocente, un ser aprensivo e impresionable. Muy a menudo me hieren tanto la sensibilidad que deseo con todas mis fuerzas autosecuestrarme. Alejarme. Y a la vez, me da miedo que llegue ese día. Porque acabaría siendo, en cierta forma, una de esas víctimas de la peli, absolutamente paralizada por viejos multimillonarios que no quieren morirse nunca, y harán lo que sea para que conseguirlo.

Esta etapa de la política española tiene que morir. No debe ser normalizada. Y si ya la hemos normalizado, volvamos a repensarla, volvamos a sensibilizarnos. La sensibilidad se construye, con voluntad, con análisis, por eso el feminismo sigue en auge, porque hemos señalado el horror y hemos hecho que muchas más personas se acaben horrorizando. A Vox y al Partido Popular hay que señalarlo como lo que son, carroñeros sin ningún tipo de vocación como servidores públicos. Vox y PP son, no ya ideológicamente, sino moralmente, bajeza moral, ausencia de escrúpulos. No podemos abandonarnos y darlos por imposible, y por burdos que sean sus argumentos, tenemos que darles batalla, no rendirnos.

Merecemos otra forma de vivir. Merecemos otra clase política. Merecemos, como pueblo, mucho más de lo que tenemos. Y tenemos que creérnoslo. Porque son ellos o nosotras.

Escucha el último programa de Radiojaputa.

Cada lunes un nuevo capítulo en publico.es