Saben lo peligrosas que somos

Lunes, 28 de marzo.

Detenido en Sagunto (Valencia) un hombre por agredir sexualmente a una chica de 22 años (inquilina de una de sus casas). Condenan en Pontevedra a un hombre por abusar sexualmente de la hija de su pareja. Un hombre se libra de 48 años de condena por violación porque patatas. Casi literalmente. Consiguen liberar a una mujer que había sido retenida por su pareja en Xirivella.

Martes, 29 de marzo.

Supimos que la chica encontrada sin vida en el puerto de Barcelona fue violada y después lanzada desde un puente. El mismo día, fue detenido en Málaga un hombre por acudir a casa de su ex pareja -a pesar de tener una orden de alejamiento- armado con dos cuchillos. Detienen a un hombre por agredir sexualmente a una mujer cuando iba al trabajo en Palma. Comienza el juicio contra el futbolista Santi Mina por violar a una mujer. Condenado a nueve años de prisión un hombre en Pontevedra por maltratar y violar a su pareja, con la que estuvo casado 28 años. En juicio un hombre por abusar sexualmente de dos niñas, una de ellas, su ahijada.

Miércoles, 30 de marzo.

Detienen a un hombre por intentar degollar a su madre mientras dormía. Detienen a un hombre por retener a una mujer durante horas en una caseta en Picassent, donde le dio palizas y la violó repetidamente. Quedan en libertad un hombre y el sicario que este contrató, tras matar a una mujer mientras llevaba a su hijo al colegio, en Madrid.

Estas son solo algunas de las noticias en lo que llevamos de semana. Solo algunas. Las agresiones sexuales a niñas, a adolescentes y mujeres adultas llenan cada día los medios de todas las provincias del país. Los feminicidios, las palizas, el maltrato continuado, la retención, el secuestro. Los juicios, las absoluciones, las condenas irrisorias. La violencia institucional, la revictimización de las víctimas, el daño -muchas veces irreparable- de los hechos y también del proceso que viene después.

Y todo se sigue percibiendo como cosas que pasan, como "locos", "pervertidos", "monstruos". En ningún caso se ven como lo que son: hombres, sin más. Hijos sanos del patriarcado.

Se siguen percibiendo socialmente las violaciones como un deseo irrefrenable de los varones, lo cual deposita la responsabilidad en las mujeres, que son quienes deben protegerse de posibles agresiones. Si ellos son enfermos que no pueden contenerse deben de ser ellas quienes pongan remedio. ¿Cómo? No provocando. Aquí entra desde nuestro lenguaje corporal hasta nuestra ropa. No yendo por donde no debemos, esto incluye desde cualquier sitio si es de noche, a espacios solitarios incluso de día. No quedándose a solas con hombres, no aceptando invitaciones para ir a sus casas, no montándose en sus coches. Es una alerta constante la que ha recaído sobre las niñas y mujeres desde que tenemos uso de razón. Una alerta que no debemos desactivar jamás. Y hemos llegado a creer que estaba en nuestra mano poder evitar lo que ellos podrían llegarnos a hacer. De hecho, las únicas que podíamos evitarlo, nos decían, éramos nosotras.

Gracias al feminismo esto ha cambiado para muchas mujeres y niñas. Ya sabemos que no existe tal cosa como "deseos irrefrenables de", sino machismo y prepotencia, cosificación y misoginia. Que no tenemos un mando a distancia que, si lo usamos bien, hará que los hombres dejen de agredirnos. Hemos dejado de creer que podemos y debemos protegernos solas durante toda la vida para que ningún hombre nos haga daño, mucho daño. Pero la mayoría de mujeres en el mundo siguen creyendo que deben y pueden, y que solo tienen que tener activa esa alerta "natural" para librarse de un "loco", de un "monstruo". Tanto es así, que las niñas víctimas de pederastas crecen creyendo que debieron defenderse mejor. Se convierten en adultas que no solo odian a sus agresores, sino a la niña que fueron, a la pequeña que no tuvo herramientas para librarse. "Si yo le hubiera pegado", "si yo hubiese gritado", "si yo hubiera contado todo la primera vez..."

Gracias al feminismo sanamos, nos perdonamos, y dirigimos toda nuestra ira contra el agresor, contra la misoginia social, contra el patriarcado, que es quien sustenta y posibilita que cada día de cada mes de cada año los medios de todas las ciudades del mundo nos cuenten que una y otra y otra y otra mujer o niña como nosotras ha sido de nuevo víctima de otro hombre, de otro "loco", "pervertido" o "monstruo".

Al parecer las mujeres "locas", "pervertidas" o "monstruos" son anecdóticas. Será una deformación en algún gen (siendo el hombre la medida de todas las cosas)... algo biológico, a fin de cuentas. A las mujeres "locas" no les da por violar a hombres, o secuestrarlos, o maltratarlos durante 28 años de matrimonio. Las mujeres no agreden sexualmente sistemáticamente a niñas y niños. Será que como somos frígidas... La maldad de las mujeres es histórica. Ningún hombre malo puede ser peor que una mujer mala. Superamos en maldad a lo que se nos ponga por delante, pero lo cierto es que la alerta activada para intentar que los hombres no nos rompan la tenemos nosotras. Ningún hombre, jamás, sabrá qué es vivir con el miedo perpetuo a ser agredido, retenido o violado por cualquiera. A la vez, se nos mandan dos mensajes: no hay nada peor que una mujer mala, pero ponte a salvo de los hombres. Lo peor del mundo es una mujer mala, una arpía, pero, cariño, quédate en casa de Juana mientras hago los recados, nunca en casa de Juan. A solas puedes estar con cualquier niña, adolescente o mujer, joven o mayor. A solas, jamás, te quedes con varones de ninguna edad, mucho menos si son adultos. Pero mira que son buenos y nobles los hombres. Las mujeres muy malas, los hombres, nobletones, sin maldad. Por un lado el invento misógino, por el otro la alerta real.

Y a pesar de todo, se sigue alzando el "No todos los hombres". No todos los hombres violan, no todos matan, no todos agreden, no todos... Ellos mismos no permiten que nosotras hablemos claro, que digamos que el único denominador común es siempre el sexo masculino. Hay que meter la cuña siempre de "por supuesto que no todos". Al final, tú eres una histérica, porque hay que ver que tu alerta no se desactiva con ese hombre con el que estás a solas en un vagón de metro, deberías saber que es incapaz de matar a una mosca. O el técnico que ha venido a tu casa a revisarte la caldera, ¡cómo tu alerta no sabe que jamás ha tocado a nadie sin su permiso! O volviendo a casa de noche, no puedes apretar el paso por todos, los hay buenos y los hay malos, céntrate.

Lejos de empatizar con nuestra realidad; lejos de creer que todas, absolutamente todas hemos sido abusadas o agredidas sexualmente o maltratadas de alguna manera, no una vez, sino varias o muchas; lejos de escucharte, de querer entender que es una cuestión sociocultural, que son hechos que ocurren todos los días cientos de veces en un solo país, vuelven a poner el foco en ti, en nosotras: no todos los hombres, no puedes estar así, no puedes ser así, no puedes tener miedo ahí, allí, aquí. No todos los hombres aunque sí todas las mujeres.

Y mientras te niegan, te machoxplican, te ningunean e intentan mofarse de ti, las noticias siguen su curso, día tras día, mes tras mes, año tras año. Y el sistema sigue fuerte, porque solo la lucha feminista está intentando horadarlo, cavar en sus cimientos, hacerlo caer. Y ahí está el quid de la cuestión, ahí está el motivo por el que intentan negarte, ningunearte, ponerte como alguien a quien mejor no prestar atención: porque saben lo peligrosas que somos para el sistema, para sus privilegios, para la desigualdad de la que se benefician. Por suerte, la lucha feminista tiene superados todos los intentos de cancelación del patriarcado, no se achanta, no se calla, no retrocede... al revés, todo eso es más combustible para seguir adelante.

No vayas por libre contra el sistema, compañera, únete a la lucha feminista.

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