El entrenador del Rayo o cómo los hombres solo aman a otros hombres

El entrenador del Rayo o cómo los hombres solo aman a otros hombres
Fotografía de archivo de octubre de 2020 de Carlos Santiso durante su primera etapa como entrenador del Rayo Vallecano femenino. — EUROPA PRESS MADRID0

Las "bauk", en Camboya, son violaciones en grupo por parte de chavales de clase media-alta a chicas y mujeres prostituidas. Uno de ellos le propone ir con él a su casa, y cuando la chica llega se encuentra que hay más violadores a la espera. La sociedad camboyana es bastante tolerante con todo lo que pueda pasarles a las mujeres prostituidas (aquí más información sobre la situación de las niñas y mujeres en Camboya). Por lo que las "bauk" quedan normalmente impunes debido a múltiples factores: justicia patriarcal, miedo a denunciar, a no ser creídas, a las represalias de los familiares acomodados de los violadores, etc.

Esas violaciones grupales, sobre todo, están motivadas (como en todo el mundo) por el estrechar lazos entre los varones. Compartir a una chica, su cuerpo, como un objeto, entre los verdaderos ciudadanos de primera: los varones. Más aún sin son -como precisamente en este caso- chicos con vidas resultas. El poder de ellos sobre la víctima aumenta no solo por el factor sexo, sino también por la clase. Y cuanto más aumenta el poder de unos sobre otras, más impunes se sienten (porque así se lo ha demostrado el sistema) y más daño y violencia se sienten legitimados a ejercer.

Marilyn Frye, en The Politics of Reality: essays in feminist theory (1983: 134) describe a la perfección cómo la heterosexualidad de los hombres implica tener relaciones sexuales con mujeres pero reservar lo que es propio del amor para otros hombres. «La cultura heterosexual masculina es homoafectiva; cultiva el amor por los hombres», asegura Frye.

Los hombres admiran, idolatran, respetan y homenajean a otros hombres. Es el sexo lo que relegan para las mujeres, entendidas como vasijas cuya meta en la vida es ser penetradas por ellos para luego parir y cuidar a su descendencia, que llevará siempre en primer lugar su apellido, y en muchos países, únicamente su apellido. Incluso la mujer pasa a llevar su apellido. Todo es posesión excepto lo relativo a otros hombres. Los demás hombres no se poseen como objetos, sino que son sujetos. Esto no es nuevo, como sabemos, es tan antiguo como el patriarcado.

Ante la obviedad de tantos chicos que no pueden encontrar a chicas que acepten ser violentadas y abusadas por todos ellos a la vez, se las toma por la fuerza y las violan. Y en Camboya, el hecho de usar como vasijas a las que son prostituidas, es moda porque son el último estrato. Si a la hora de estrechar lazos con sus pares mediante violaciones se le une la impunidad, es mucho más fácil, menos líos, más seguridad, menos que temer.

La cultura de la violación se extiende por todo el mundo. Aquí, en España, sin ir más lejos, las violaciones grupales no dejan de aumentar. Creo que parte de ese aumento es por el hecho de que se denuncian más, pero sin duda casos como el de la Manada ha dado muchas ideas a otros jóvenes y hombres, que harán subir también las estadísticas. Desde luego, defensores de los violadores de la Manada ha habido en masa. Sin sonrojarse, sin culpa, sin nada.

Las relaciones con las mujeres han quedado siempre reducidas al consentimiento, palabra que hemos normalizado, pero que no significa otra cosa que "aceptar" las propuestas sexuales. El sexo de hombres con mujeres, de jóvenes con chicas, no es visto ni entendido como de igual a igual. Por un lado está él, que desea y quiere, y por el otro, ella, que "consiente" los deseos de él. Estamos lejos de entender las relaciones sexuales como algo que desean las dos personas en la misma medida. Uno desea, y la otra acepta.

La cultura de la violación está tan extendida y normalizada que no sorprende que, Carlos Santiso, el entrenador del Rayo Femenino, en el contexto de los violadores del Arandina, dijera que lo que "une realmente" a un equipo no es el compañerismo, ni la disciplina, ni la constancia en el campo de juego. Lo que verdaderamente une a un equipo es abusar sexualmente de una mujer. Según recoge Infolibre, el tipo concluía lo siguiente: "Este staff es increíble, pero nos faltan cosas. Nos falta, sigo diciéndolo, hacer una pues como los del Arandina, tío. Nos falta ir y que cojamos a una, pero que sea mayor de edad para no meternos en jariscargárnosla ahí todos juntos... eso es lo que une realmente a un staff y a un equipo, mira los del Arandina, iban directos al ascenso".

Entiende el susodicho que donde se equivocaron los del Arandina es en la edad de la víctima. Una vez rebasados los 18, ancha es Castilla. "Cargárnosla todos juntos", asegura. La vasija. El objeto. La que no desea, la que no quiere. Cualquiera de nosotras, eso da igual, con que no queramos parece que le era suficiente. Si queremos imagino que tendrá menos gracia, hay que hacer menos fuerza, hay que pelearlo menos. Demasiado fácil. Meh. Esto queda claro cuando el ejemplo que poner es precisamente una violación grupal, y no "una orgía", por ejemplo.

Pero en esas palabras queda reflejado sobre todo algo profundo y arraigado en los varones, que es lo que mencionaba Frye. Y es que la masculinidad, la homoafectividad, la unión entre ellos... pasa a menudo por sacrificar a mujeres. Abusar de nuestros cuerpos incluso les sirve para mejorar su técnica, para estrechar lazos y complicidad en el campo de juego. Que ese juego sea el fútbol, merece artículo aparte.

Carlos Santiso, en un comunicado sobre lo ocurrido que ha emitido a través, nada más y nada menos que de la propia cuenta de Twitter del Rayo Femenino, asegura que el Rayo ya le ha perdonado, y que va a seguir como entrenador de las jugadoras del equipo.

Y aquí acaba todo. Como siempre, estos temas se resuelven rápido. Pim pam pum. Perdón y a seguir. En este caso, a seguir en contacto y dirigiendo a mujeres. No pasa nada. Dispérsense que aquí no hay nada que ver. Y estas resoluciones son, sin lugar a dudas más y más y más cultura de la violación.

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