El feminismo es abolicionista

El feminismo es abolicionista
.-Ricardo Rubio : EUROPA PRESS

Decir que "el feminismo es abolicionista" equivale hoy en día a lo que hace no tanto era proclamarte feminista. Genera controversia, incomodidad. Y el problema es que se genera dentro del propio movimiento: un movimiento que hace pocos años comenzó a desviarse por un camino bizarro en el que se reivindica el feminismo a la vez que se grita que las mujeres prostituidas eligen libremente vender sus cuerpos.

Parte del movimiento está imbuido en el mensaje institucional, un mensaje que hace mutis por el foro cuando sale el tema de los vientres de alquiler o el porno, un movimiento que hoy, en pleno 2022, se divide claramente en dos: las que defienden la abolición de los pilares del patriarcado (porno, prostitución, vientres de alquiler, género...) y quienes no.

Tanto es así que, por ejemplo, en Madrid hay dos manifestaciones distintas: la abolicionista y la no abolicionista. En muchas otras ciudades se leerán manifiestos completamente diferentes. Es más, opuestos. Y es lógico que esté pasando, porque parte del movimiento no pelea (ni dirá en sus manifiestos que lo hace) por destruir los brazos ejecutores del sistema patriarcal. ¿Qué estamos haciendo? Si la herramienta patriarcal por excelencia es el género, ¿por qué se está reforzando en vez de seguir aboliéndolo? Porque el feminismo lleva combatiendo al género desde hace 300 años. Gracias al feminismo, las sociedades han entendido que las mujeres no estamos biológicamente diseñadas para los cuidados mientras que los hombres no tienen esa capacidad; que las mujeres no nacemos con recetas insertadas en la memoria RAM y que el descanso de los hombres es más sagrado que el nuestro; que el rosa no es de niña y el azul no es de niño; que los chicos no nacen con más necesidad de sexo y las chicas no tienen en su ADN la obsesión por su imagen. Todo esto se llama género, y es una construcción sociocultural que, poco a poco, se ha ido derribando. Aboliendo. De ahí que el feminismo haya sido siempre, y sea, abolicionista.

Tenemos que detenernos a pensar qué estamos consiguiendo cuando peleamos y no hacemos ni un rasguño al patriarcado. ¿Contra qué, exactamente, se está luchando cuando se proclama como empoderante la prostitución de las mujeres para consumo masculino? ¿A quién estamos combatiendo cuando se reivindica el género como algo liberador y no como el yugo histórico que ha tenido sometida a la clase sexual baja: las mujeres? ¿A quién se beneficia cuando se mira para otro lado al hablar del útero de Europa: Ucrania? O incluso cuando se entrevista con mimo en TV a los compradores de bebés, preocupados por si con esto de la guerra, vaya por dios, se quedan sin bebé y sin dinero. ¿Cómo no iba a separarse en dos el movimiento si hay una parte que ha eliminado la palabra "mujeres" hasta de las cartelerías del 8M, el día de las mujeres?

El apagón informativo al respecto de las noticias relacionadas con el feminismo (creación de un nuevo partido político, manifestación multitudinaria en Madrid en octubre, agresiones físicas verbales en las pasadas manifestaciones a feministas abolicionistas, la separación en dos del 8M...) está siendo sangrante, indignante, injustificable. Hacer como que no existe esta deriva neoliberal e individualista es participar de ella, por los motivos que cada medio de comunicación tenga para ello. Son los medios de derechas los que están aprovechando el filón, para sembrar discordia y conseguir aupar a sus partidos predilectos.

El feminismo necesita tribunas en medios, espacios en TV, necesita que los medios que se dicen feministas cubran las acciones y noticias relacionadas con la lucha de las mujeres. Si el feminismo no consigue a llevas su mensaje a todas, la lucha se ralentiza. Hace solo unos años muchos medios de comunicación buscaban mujeres debajo de las piedras para la paridad en sus platós, en sus portadas, buscaban feministas que tener en plantilla para que reclamaran lo que nos corresponde, para que sensibilizaran a la población de la violencia machista en todas sus formas. Ahora volvemos a ser incómodas, aunque no hayamos cambiado ni un ápice nuestro discurso. Un discurso con una teoría sólida, centenaria, argumentada e irrebatible.

El 8M no es una fiesta, no es un día festivo ni de celebración, nunca lo ha sido. Es un día para poner de relieve la lucha que las feministas llevan a las espaldas los 365 días al año. Una lucha que ahora es mucho más dura que hace unos años, porque los frentes no paran de multiplicarse y el sistema no deja de adaptarse e inmiscuirse en absolutamente todos los rincones de la sociedad. Abolirlo es la única forma de que las niñas y las mujeres tengamos vidas dignas.

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