Os habrán robado un trozo de pasado, pero no vuestro futuro

La madrugada de este jueves los Mossos anunciaban desde su cuenta de Twitter que habían detenido a un hombre "que podría estar relacionado" con la violación de la menor de Igualada. El caso sigue bajo secreto se sumario.

Del culpable o culpables no sabemos nada. De la víctima de la brutal violación sí. Sabemos que fue con sus amigas a una discoteca. Que habló esa noche con su madre y su padre y les aseguró que estaría en casa con el tren de las 6am. Sabemos que el conductor de un camión la encontró dos horas más tarde desnuda y herida en un descampado. Sabemos que ha perdido el 90% de la audición de un oído. Sabemos que ha sufrido ya cinco prolapsos uterinos y que ha debido someterse, aun cinco meses después de la agresión, a una ileostomía. Sabemos que tiene 16 años.

Para hablar de cómo los hombres usan como objetos los cuerpos de niñas y mujeres ya hubo otros artículos, para analizar el sistema que permite que esto suceda, también. Para vomitar la rabia e impotencia que nos produce siempre hay tiempo, y la lucha para abolir el patriarcado es una tarea diaria que nunca cesará. Pero lo que personalmente me nace con agresiones tan monstruosas a chicas tan jóvenes es escribir para ellas, y decirles que deseo con todas mis fuerzas que vean a sus agresores encerrados y alejados de la sociedad: de ellas mismas y de otras niñas y mujeres. Decirles que el tormento que viven solo puedo imaginarlo. Y muy levemente. Pero ese pequeño fogonazo de qué pudo pasar me parte por la mitad. A mí y a miles.

Me gustaría decirles que muchas otras ya se toparon con otros tipos sobrantes de esta sociedad, pero que esta multitud feminista lucha cada día para que ninguna más tenga que pasar por donde a ellas nunca les ha tocado pisar. Desearles que reúnan las fuerzas y se arropen con la idea de que no todo será siempre tan oscuro y frío.  Porque habrán podido robarles un trozo de pasado, pero no su futuro. El futuro es solo de ellas. Y a la vez ellas son el futuro.

Que nos hagan pasar por cosas que somos hasta incapaces de imaginar cuando aún ni entendemos cómo funciona el mundo, cuando nos falta experiencia, tablas y hasta conocernos a nosotras mismas, causa un daño incalculable. Pero les diría que muchísimas de nosotras pensamos en ellas. No las conocemos, no sabemos nada de ellas que realmente las definan, la mayoría de veces no conocemos ni sus nombres, pero pensamos en ellas, y también imaginamos que nuestras palabras enviadas al aire, incluso nuestros mensajes en redes, consiguen mitigar un poco su dolor. Consiguen acompañarlas brevemente.

No sabemos quiénes son, pero sí sabemos quiénes no son. Sabemos que esto no les ha pasado porque ellas sean María, Ana o Pilar. Sabemos que lo que les han hecho es por ser niñas, chicas, mujeres en un mundo lleno de sociedades hechas para los hombres. Sabemos que nada de lo que otros les hicieron las define.  Porque ninguna superviviente de ningún tipo de violencia somos lo que otros nos hicieron, sino todo lo que albergamos, todo lo que hemos construido en nuestra vida y construiremos a nuestro paso, nuestro proyectos, nuestros sueños, nuestro día a día. E incluso cuando todo parece haber desaparecido, no lo ha hecho, compañeras, todo sigue dentro de nosotras, aunque la violencia te haga necesitar ocupar otro lugar en tu propia vida. Decirles que fueron víctimas y ahora son supervivientes.

El modo supervivencia es angustioso, doloroso, y  el estado permanente de hipervigilancia y de miedo, parece que no acaba nunca. Pero termina cediendo a medida que nuestras experiencias empiezan a ser positivas. Un café con una buena amiga. El día que consigues volver a clase. La primera noche que duermas del tirón. La primera película que ves sin perder el hilo. A ojos del mundo pueden ser pequeñeces, pero en realidad son momentos importantes, son hitos que van sumando e impulsando. Luego siempre viene alguna recaída que te hace creer que vuelves a estar en el punto de inicio. No es verdad. Nunca se puede volver realmente a ese punto, aunque un TEPT puede hacerte creer a veces que allí sigues. Pero así funcionan las recaídas. Y así funciona el TEPT. Por eso a veces no tenemos ganas de volver a intentar estar bien, porque subir significa poder volver a caer, y caer duele tanto... porque ya caes herida y sobre cristales rotos. Pero vuelves a levantarte, sin saber ni cómo. Y ahí estás, intentándolo de nuevo.

La ansiedad que parece que nunca se irá y que ya te dices que es parte de lo que tú eres... no lo es. Ninguna somos nuestra ansiedad y ninguna chica o mujer es su estado, porque estar no es ser. Se comienza a conocer esa ansiedad que parece que mata: cómo es, cuándo aparece, cómo evitarla, cómo perderle el respeto a esos momentos y ponerte tú al mando cuando aparezca. Es un proceso cuya curva de aprendizaje, eso sí, puede ser larga, pero no es ni mucho menos eterna.

Solo deseo que en sus presentes haya exclusivamente apoyo, empatía y cuidados. Que nadie se atreva a cuestionarles el tiempo que tarden en este proceso, que nadie les pregunte ni ahora ni nunca cosas que puedan generarles culpa, rabia o impotencia. Que durante todo el tiempo que necesiten, sus entornos sean un lugar seguro donde, todos a una, estén volcados en su recuperación. La recuperación de sus vidas y también de ellas mismas.

Y por último deseo, con todo mi corazón, que no se juzguen, que no se culpen, y que cuando a la ira y la rabia les toque el turno natural del proceso, sepan pedir apoyo para canalizarla de la mejor manera para ellas, para aprender a volcarlas fuera y nunca hacia dentro.

Todo el amor del mundo, compañeras.

Escucha el último programa de Radiojaputa.

Cada lunes un nuevo capítulo en publico.es