Una china en el zapato

Algo a lo que agarrarse

     Leo que Felipe González ha dicho: "si no ganamos las próximas elecciones me retiro". Me recuerda a un personaje de Sábato que decía "si ganan los comunistas yo me voy a la estancia".

     Claro que cada uno tiene sus estrategias y sus salidas de emergencia. Ante la amenaza de un depredador, por ejemplo, existe en las montañas de Brasil un sapo del tamaño de un sello de correos que salta al vacío. En su caída abre las manitas (que son adhesivas) confiando en poder agarrarse a cualquier cosa sólida que encuentre: una hoja, una rama, un saliente de la roca. (Visto en el DVD Life que regala este periódico los domingos, capítulo anfibios.)

     De algún modo, el momento que vivimos es equiparable a una  caída libre. Igual que el mini-sapo mientras cae, vemos pasar las cosas ante nuestros ojos a una velocidad que las deforma. También como el sapito uno extiende las manos para agarrarse a lo que puede: a su familia o a la literatura, a sus amigos o a la botella, a un trabajo decente o a cualquier ocupación precaria. Sin embargo, no vivimos separados unos de otros por kilómetros; como sociedad que somos, caemos al vacío en grupo. Las ramas a las que agarrarnos deberían ser por tanto las más básicas y fuertes, las que siempre han contribuido a mejorar la humanidad: los principios de una sociedad más igualitaria y justa.

     Ya sabemos que algunos disponen de una "puerta giratoria" como salida, ese conducto que va desde la esfera política al poder económico y viceversa. Esos no saltan al vacío con las manitas extendidas. Esos se frotan las manos.

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