Una china en el zapato

Yo tampoco estuve en esa "fiesta"

     El lunes, antes de que comenzara la sesión de investidura de Rajoy, escuché a un grupo de tertulianos que volvía a quejarse del despilfarro, del desmadre, del "viva la pepa" que habíamos vivido en este país y que nos había conducido a la crisis. Me quedé con la galleta maría de marca blanca a medio camino desde el café a la boca. Realmente, yo me he debido perder algo. Hace unos años, a mi alrededor nadie encendía puros con billetes de 100. Los sueldos eran más bien bajos y los trabajos inestables, si es que tenías la suerte de tener uno. También podías darte con un canto en los dientes si encontrabas un piso más o menos decente que pudieras pagar, porque el precio de la vivienda estaba por las nubes. Querer vivir con comodidad no ha sido nunca un exceso ni un lujo. Pero en fin, era una tertulia. Sin embargo, cuando comenzó la investidura, cuando Rajoy entró por fin en escena y arrancó "el cambio", el discurso continuaba allí: "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", dijo, dándose golpes de contrición y clamando austeridad.       

     Por encima de sus posibilidades vivirían los que recibieron bolsos de lujo, trajes a medida, sueldos escandalosos y aeropuertos sin aviones; los que se dedicaban a la ingeniería fiscal o a negocios especulativos. El resto de los mortales vivimos como pudimos. El protagonista del año 2011 elegido por la revista Time es el indignado, la persona que miró "la fiesta" desde afuera y ahora protesta en la calle; ese ciudadano anónimo que, de alguna manera, al fin entró en el congreso cuando habló Cayo Lara.

Más Noticias