Una china en el zapato

El consumo creativo

Hace un par de meses la marca de ropa Abercrombie & Fitch abrió tienda en un espléndido palacete de Madrid. Dirigida al público adolescente con cierto poder adquisitivo, la firma pone en marcha toda una parafernalia para captar compradores: los dependientes son jóvenes y guapísimos; la atmósfera interior se crea a partir de luces indirectas y música a todo volumen; en la fachada no hay nada que identifique el establecimiento como tienda más allá de una discreta placa. Una fila de gente haciendo cola para entrar es el único reclamo externo del negocio. La idea que transmite todo ello es la de la exclusividad de un club clandestino.

     Resulta paradójico que se busque la exclusividad en un acto, realmente, tan pasivo como masificado: la compra de la marca de moda. A estas alturas, lo realmente "exclusivo" sería llevar un fanzine bajo el brazo, el libro de algún clásico, o gastarse poco más de un euro en un periódico alternativo (#porquePúblicohacefalta). Los gustos condicionados responden a una actitud zombi y acrítica.

     El consumo pasivo, frente al ocio creativo, parece ser el signo de nuestro tiempo. Lo que ofrece esa tienda y las colas para entrar en ella es el reflejo de la sociedad: esperar a que nos enseñen lo que nos va a gustar las próximas semanas. No soy marciana, yo también aprovecharé para comprar algo en las rebajas. Pero una cosa es ir de compras y otra participar de ese happening ideado por otros, en nombre nada menos que de la exclusividad.

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