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'Parole, parole, parole'

En cierto modo, una campaña electoral va de palabras que se dicen para después cumplir; va de decir lo que a los electores nos pueda convencer, bien sea por afinidad bien por gusto. Va de cumplir la palabra dada y de dar con la palabra correcta. En cierto modo, pero no del todo cierto. Porque si fuera así, si a las políticas y políticos que estos días pretenden obtener nuestro voto les importara de verdad lo que a nosotros nos gusta –ese "lo que la gente quiere" que siempre suele tener que ver con gente que no tiene nada que ver conmigo– ya habríamos escuchado en los discursos la palabra "Querétaro", que es la preferida de los españoles según una encuesta que organizó hace unos meses el Instituto Cervantes para elegir la palabra favorita del español y donde, en los puestos de cabeza, también aparecían "Sueño" y "Gracias", que tampoco suelen ser muy habituales en los discursos políticos, repletos de sustantivos que no están en ese hit parade léxico: Programa. España. Sanidad. Desempleo. Pensiones. Empleo.

'Parole, parole, parole'

Solo hay una palabra que sí comparten ambas listas, "Libertad", que en el top cervantino ocupa el cuarto lugar y es, además, el título de la espléndida última novela de Jonathan Franzen, en cuya página 433, al final, leí anoche un párrafo que me hizo pensar mucho y mal: "Si no tienes dinero, te aferras aún más furiosamente a tus libertades. Aunque fumar te mate, (...) Puedes ser pobre, pero lo único que nadie te puede quitar es la libertad de joderte la vida como te dé la gana". Un párrafo que podría explicar por qué Mariano Rajoy se está pensando volver a permitir por ley fumar en los espacios públicos; porque vamos estar mucho peor de lo que estamos y porque, a lo mejor, un cigarrillo va a ser lo único que podamos llevarnos a la boca.  Libertad, sí, pero con ira. Y con una tos que nos impida gritar.

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