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El Festival de Eurovis20n

Ahora, cuando quedan solo seis días para ir a votar, nuestros políticos siguen de campaña; incluso con cierto entusiasmo, lo cual tiene algo de admirable si consideramos lo claro que nos están dejando los clásicos –Atenas y Roma– lo poco que importa cualquier cosa que digan con voz propia (eso, y que nuestros padres tenían razón cuando nos advirtieron del fracaso que nos esperaba como estudiantes de letras puras: latín y griego: tuvo que llegar el siglo XXI para que la otra Europa nos secuestrara las etimologías a golpe de rescates a lo Alberto Fujimori pero en gore, más todavía).  A menos de una semana para las elecciones, se me ocurre que el del 20N va a ser el referéndum europeo con mayor participación que haya vivido España nunca: un referéndum que nos pregunta si estamos dispuestos a participar en una simulación democrática para elegir a quien ejercerá como nuestro presidente y como su tecnócrata. Un referéndum que ofrece dos opciones de respuesta: 1. SÍ, claro (PP) y 2. SÍ, bueno (PSOE) y cuyas papeletas del NO se distribuyen en distintas alternativas de izquierda y en otras urnas, manifestaciones y asambleas que pone el 15–M a nuestro alcance pero cuyo diseño e impresión no subvencionan ni Merkel ni Sarkozy .

El Festival de Eurovis20n

Menos de una semana para que acabe todo esto con lo que empezará todo aquello, que en realidad podríamos explicar como un inquietante poltergeist musical transnacional: como la primera vez en que, en vez de mandar a uno de nuestros artistas a cantar en directo al Festival de Eurovisión, vamos a ser nosotros quienes vayamos a recibir a través de ondas cerebrales  la señal del Festival cuyas letras y músicas ocuparán nuestras vidas para –cada vez que vayamos a abrir la boca– cantar en playback lo que nos quieran transmitir, desde allí hasta aquí: España, 12 puntos... de sutura.

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