Monstruos Perfectos

Quemarnos en el disfraz

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Anteanoche en un salón del Ritz barcelonés –en obras y abierto sólo para nosotros, casi como cuando en 1936 los anarquistas lo convirtieron en comedor popular– premio Christa Leem para el escritor Marcos Ana y homenaje al gran Ocaña: pintor, agitador, queer pionero, almodovariano antes que Almodóvar, Costus mucho antes que las Costus y protagonista de la primera película de Ventura Pons: Ocaña, retrato intermitente.

Anteanoche en el Ritz, que perderá su nombre, nostalgia por la Barcelona que ya no vive, reproches a una ciudad que ha olvidado a Ocaña con mantilla y peineta a saeta en grito durante una procesión con falsas vírgenes, nazarenos látigo en ristre y cabezones de papel maché.

"La movida madrileña nació en Barcelona en los 70" afirmó Rosana Torres y asintió Loles León. Pero la movida y Ocaña están muertos. El 18 de septiembre se cumplirán 25 años desde que el artista murió. Con el cuerpo abrasado dentro de su disfraz, un sol de papel demasiado realista, con el que se vistió para los carnavales en su pueblo sevillano. El pueblo del que había escapado para vivir como quien era en Barcelona. Otra víctima mortal de las bengalas.

Ocaña está muerto. Su amigo Nazario vive y asiste al homenaje con media sonrisa descreída. Loles León lee una carta de Almodóvar para Marcos Ana. Y alguien en mi mesa afirma que el rodaballo que nos sirven esa noche viene del Cantábrico.

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