Monstruos Perfectos

Lecturas de verano I: Esas tres cosas que hay en la vida

Leo un poema de Robert Creeley y lo traduzco de cualquier manera: "Por amor –te abriría la cabeza en dos y te pondría una vela entre los ojos". Muy poco después de que el asesino de Derrumbe, de Ricardo Menéndez Salmón haya clavado una pelota de golf en el cráneo de una de sus víctimas "cinco centímetros por encima del occipucio".

Tanta masa encefálica a la vista me da una sed tremenda, pido otro Singapur Sling –un cóctel que Pepe Carvalho detestaba y yo he convertido en mi tinto de verano- y sigo leyendo. Total, es agosto y no tengo nada mejor que hacer que ocuparme de la sed y hacerme páginas mentales. Con prudencia, eso sí, no vaya a ser que acabe como la pobre Amy Winehouse, cuya última visita al hospital no tuvo nada que ver con una alergia a la medicación, tal y como nos contaron, sino con una pequeña sobredosis de éxtasis líquido que algún desalmado puso en su copa de vino durante una de sus actuaciones. La gente, que es muy mala. Conste que no lo digo yo; se lo ha dicho Mitch Winehouse, padre de la cantante tatuada, a un periodista del Daily Mail. Otro sitio donde se desparraman cerebros. Por amor, por maldad y por dinero. Esas tres cosas que hay en la vida.

"A mi hija alguien le echó algo en la copa y no pararé hasta descubrir quién fue", afirmó el padre de Amy Vinatería en unas declaraciones de lo más conmovedoras, y donde queda demostrado que las clásicas excusas alcohólicas adolescentes no caen en saco roto sino que se acaban convirtiendo en estándares verosímiles, incluso entre los padres del famoseo internacional. No debería extrañarnos ver en unos meses a la madre de Carla Bruni en el ¡Hello! asegurando que su hija es una muchacha muy sencilla, que cuando se enamoró de Sarkozy ni siquiera sabía que él tenía un puestazo. Y, mucho menos, que estaba casado. "Mi hija no es de esas".

Otro Singapur Sling, y de vuelta al Daily Mail, que es el tabloide que mejor crea expectativas necrológicas para convertir las frágiles vidas de las celebridades en apasionantes series de intriga. Para este verano, la cosa promete diversión a raudales gracias a su casting de muertes anunciadas, que deja en mantillas el de esa terrible versión de la crónica de García Márquez con Rupert Everett –cuando todavía interpretaba papeles heterosexuales y aún podía gesticular– y Ornella Muti, años ha. Según ese periodicucho, Paul Newman está peor que nunca de lo suyo y a Liz Taylor, recién hospitalizada con neumonía, le quedan dos telediarios (o, lo que es lo mismo, tres matrimonios de los suyos). Un dramón. Muy Tennessee Williams, si Williams hubiera subido a su gata caliente al tejado de una sala de urgencias geriátricas, donde Liz podría repetir ahora aquella frase de la obra original: "Se puede ser joven sin dinero, pero no se puede ser viejo sin él". Una gran cita que me repito en voz alta, cambiando dinero por hígado, justo cuando estoy a punto de pedirle al camarero australiano que me sirva el tercero. Por favor.

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