Monstruos Perfectos

Lecturas de verano VI: A veces necesitamos una copa (o dos)

Tita Thyssen no para últimamente. Este agosto ha decidido volver a Marbella para no perderse ninguno de sus fiestones: lo mismo le da una presentación de alhajas de postín de una firma suiza que suena a charcutería pero en fino, o una fiesta temática dedicada a los años ochenta, donde acudió también mi ex matrimonio favorito: Gunilla von Bismarck y Luis Ortiz, los Obelix marbellíes; una pareja que en los setenta debió de sumergirse en la marmita del champán y desde entonces vive bajo su constante influjo (y con las burbujas pegadas a las raíces de sus melenas). Me llegan imágenes de la fiesta ochentera a mi correo electrónico y no acierto a pillarles el disfraz. Supongo que porque elegir los ochenta como código de atuendo (aquí traduzco como puedo eso que llaman dress code) para una jarana en Puerto Banús es como invitar a Luis Aragonés a una fiesta de disfraces de chándal obligatorio, o a Karl Lagerfeld a una revisión del baile en blanco y negro de Capote en el Hotel Plaza de Nueva York. Pura redundancia estética.

Los ochenta en Marbella, y Vicky Cristina Barcelona en versión Penélope Javier Los Angeles, donde el lunes se preestrenó la película, que llega a España dentro de un mes y cuya promoción la prensa corazonera trata de aprovechar para conseguir una confirmación de o Bardem sobre su romance. Presiento que va a ser inútil, que no la van a lograr, y tendrán que darse por vencidos, dejar de especular sobre el asunto, o asumir su absoluta ignorancia sobre lo que hay entre ellos, una lección que ya deberían haber aprendido de Gunilla y Luis Ortiz.

Escribe Beth Gylys en su Canción de matrimonio una preciosa descripción de ese instante en que las cosas empiezan a no estar tan claras: "Tienen affairs. Apenas se paran a pensar/ hasta que están rogando una segunda oportunidad./ Amamos y aprendemos que, a veces, necesitamos una copa". Tan sencillo como eso. Y tan jodidamente enrevesado.

Cuenta Penélope en una entrevista que inaugura el periodo promocional de VCB que "Woody Allen quería que mi personaje fuese un volcán, y tuve que investigar a alguien con un comportamiento tan inestable, que sufre tanto". Y que, seguramente, de vez en cuando, necesita una copa. O dos. No sé a quién recurriría Penélope para su investigación; si a las cartas que Zelda Fitzgerald le escribió a Scott desde el manicomio –"no tengo la más ligera indicación de cuáles son tus intenciones hacia mí"– a los poemas de Anne Sexton –"De noche, sola, me caso con la cama./ Dedo a dedo, ahora es mía./ No está tan lejos. Es mi encuentro."– o al capítulo de la biografía de Espartaco Santoni, No niego nada, dedicado a su matrimonio con Tita Cervera, donde el difunto playboy venezolano contaba con pelos y señales (ambas en exceso) su volcánica pasión, tanta que Tita "tenía que encerrarse en el baño para descansar". Qué barbaridad. Creo que esta es una de esas veces en que necesito una copa. O dos.

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