Monstruos Perfectos

Todo lo que se pierde Paquirrín

Tamara, una de las ex novias de PaKikorrín -así nos entendemos todos- regresa esta semana a la portada del Interviú con la sana intención de volver a enseñar las tetas, el enorme tatuaje que enmarca su ombligo y el parrús de perfil. "Lo que se pierde Paquirrín", subtitula la revista el reportaje estelar de su último número. Una frase fabulosa que deberían reciclar como reclamo publicitario los editores de El Cultural, el Babelia, Qué Leer, o la sección de Culturas de este periódico. Nada, nada, no hay de qué.

"Lo que se pierde Paquirrín" podría ser también un eslogan espléndido para el último libro de Caballo de Troya que me llegó hace algunos días a Barcelona –gracias, Constantino– y que he traído conmigo a Lekeitio para leer mientras nos tomamos unas cervezas en el puerto y mi marido me convierte en víctima del nuevo objetivo de su cámara para deleite del resto de clientes de la terraza del bar, que no saben que llevo años veraneando en Euskadi y sé per-fec-ta-men-te qué significa atzelari (maricón). ¡Salud, encantos!

Mientras la muchachada portuaria cervecera nos describe en su lengua milenaria, leo las primeras páginas de Soy una caja, de Natalia Carrero: "una especie de Audrey Hepburn jugando a construirse en el espejo de Clarice Lispector", según la describe Bértolo, su editor, en la nota que me ha enviado junto al libro. Otro más que va a perderse Paquirrín quien, desgraciadamente, no podrá apreciar esa preciosa cita de Lispector que aparece en una de las primeras páginas del relato: "No comprendo mi pasado más remoto, la infancia y la adolescencia en las que se vive sin comprender ni prestar atención. Era una idiota". Y que el Interviú podría utilizar como titular de portada para el topless veraniego de Tamara, adornada con silicona de nueva generación, para el próximo agosto de 2025.

Ni un verano sin tamarismo español en cualquiera de sus múltiples variantes (boleríana o robertocarlista, freak desafinada, protésica exhibicionista o pija apatatada) y ni un agosto sin esa mítica fiesta Flower Power en el Pachá de Ibiza, un evento que promete ser uno de los platos fotográficos fuertes para el interior de las revistas de mañana, donde podremos ver el despliegue de populares parejas disfrazadas de hippies daltónicos o inmaculados que acudieron al último bailoteo ibicenco: Borja y Blanca Thyssen, Paz Vega y su Orson, Marta Sánchez y señor, Paulina Rubio y Colate Vallejo Nágera, Rafael Medina y su novia, Carla Goyanes y su madre Cari Lapique (sin duda, la gran pareja de este verano), y a una solitaria Ana Obregón que, según apuntan con malísima intención los redactores del Hola digital, "se apuntó a la moda de los años sesenta".

"Yo era tan libre, no sé explicarlo, y excesivamente sensible, por cualquier cosa lloraba. Y leía, leía como una loca". También de Clarice Lispector. También yo leo así, aunque a mí no me arranca una lágrima ni una fiesta hippy. Insensible que soy. Y atzelari, claro está.

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