Monstruos Perfectos

Identificación de las llamadas

Tras disfrutar enormemente de Viajes con mi tía de Graham Greene –espléndida relectura de verano–, he empezado Detrás del hielo, la más reciente novela de Marcos Ordóñez, un señor que escribe en el Babelia unas crónicas teatrales que me sulibellan y cuya Comedia con fantasmas, biografía novelada de Enrique Rambal, un actor y director teatral español de principios del siglo pasado a quien Orson Welles consideró un genio, me parece una delicia imprescindible. Dicho queda. Y una vez dicho eso, añado que Detrás del hielo empieza mal. Con un capítulo que da título al libro y cuenta una historia que yo ya había leído, con variaciones, en varios libros de Paul Auster: "Detrás del hielo, su hombre seguía intacto, eternamente detenido en la edad que tenía cuando los dos se perdieron en la tormenta. Intacto y con los ojos abiertos."

Por suerte, unas decenas de páginas después, casi lo arregla con una reflexión sobre la lectura con la que me identifico plenamente: "Hay quien dice que la lectura forma la personalidad. Con los años, llegaría a pensar que en mi caso contribuyó a disolverla, a multiplicarla, porque siempre me identificaba con los protagonistas de las historias". Totalmente de acuerdo. Así me va. Y así le va a ir de bien, gracias a mí, a Telefónica, que a partir de ahora piensa cobrarles un extra en la cuota de identificación de llamadas a todos mis amigos. Un extra que justifica por la dificultad de cruzar los datos de mi número de teléfono con el de mis lecturas de cada momento y que, por lo visto, puede ser un pastón. Ayer precisamente, recibí varios corre–e–os de algunos de mis amigos. Todos decían lo mismo: "No me llames. Ya te llamaré yo." Ah, qué recuerdos de juventud.

No quiero ni pensar por cuánto pretenderá Telefónica multiplicar los 0,58 euros mensuales por el servicio de identificación de llamadas a los allegados de Anita O., que un día te llama como bióloga, otro como una madre ofendida que busca venganza, al siguiente como guionista, y al rato como actriz de éxito internacional. Otro dineral, estoy seguro.

En el caso de Margaret Thatcher, siempre que la BT cobre por mostrar el número del llamante en la pantallita del teléfono fijo, supongo que la cosa es más peliaguda. Según una biografía escrita por su propia hija, la que fuera Dama de Hierro sufre demencia senil, mezcla sus recuerdos y sólo conserva intacta la memoria de sus once años como nefasta presidenta de Gran Bretaña. Supongo que a Margaret, que anda olvidándolo casi todo entre whiskazo y whiskazo, se la trae al fresco que el aparatito le muestre el nombre de quién la está llamando. E imagino que cuando la viuda de Pinochet reciba una de sus llamadas desde Inglaterra, leerá "Marga" en el cristal líquido de su terminal, y tendrá miedo a levantar el auricular por si la Thatcher vuelve a preguntarle por la salud del dictador. Telefonica Chile sabe que tiene en Lucía Hiriart de Pinochet a una cliente cautiva del servicio de identificación de las llamadas.

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