Monstruos Perfectos

La moda y los burdeles

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Me sorprende y me intriga la atracción que últimamente parece sentir el mundo de la moda por los espacios burdelescos: desde la intervención veraniega en Madrid de la calle Ballesta, que transformó por unas semanas siniestros bares de alterne en tiendas chic y talleres de modistos de vanguardia, pasando por la reconversión del mítico Bailén 22 –un burdel bien barcelonés de toda la vida– en una discoteca bautizada como Lotus Theater, hasta la última ocurrencia de un grupo de diseñadores holandeses, que han decidido reciclar los escaparates de las putas del barrio rojo de Amsterdam para exhibir en ellos sus últimas colecciones.

Me intriga y me preocupa que esa nueva corriente de ocupación textil de lo que fueron huecos de transacciones carnales  no sea más que una cortina de humo , de gasa, de seda, de algodón, de lo que sea, para cubrir operaciones de especulación inmobiliaria, para limpiar barrios de tradicional mala fama a golpe de dobladillo asimétrico bajo una impostura de modernidad desprejuiciada, o incluso una osada, paternalista y pretenciosa hipocresía que se venda como una devolución de la dignidad perdida. Miedo me da.

Me inquieta esta nueva fiebre de la moda en los burdeles. Casi tanto como cuando Gabriel García Márquez o Fernando Vallejo titulan con "puta" : Memoria de mis putas tristes o La puta de Babilonia.  Porque, en todos los casos, me parece lo mismo: pura decadencia.

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