Monstruos Perfectos

Los límites del deseo

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La Reina de Inglaterra no estaba contenta con la novia de su nieto y heredero Guillermo. No le parecía bien que la muchacha, con 26 años, no tuviera más oficio que el de consorte en prácticas, y por eso Isabel II le habría sugerido que se dedicase a alguna actividad digna de las chicas de su clase: la caridad. Y Kate, que debe de ser un primor, le hizo caso y organizó una fiesta benéfica discotequera sobre patines para la que se puso un body de lentejuelas con los hombros al aire, unos microshorts y unos calentadores.
– Ahí la tienes, abuela.
– ¡La madre que me parió!
Dicho y hecho: la mismísima Reina Madre en ectoplasma se apareció gintonic en mano para sentarse junto a su hija ante el ordenador con el hellomagazine.com en pantalla.
– Parece una fulana.
– Lo sé, mamá.
– ¿Y qué piensas hacer? Las columnas de esos sitios las forran con gomaespuma.

– ¡A mí me lo vas a contar!
– Ya me imagino, ya.
– ¿Me das un trago?
– Claro, hija, bebe.
Anoche Isabel II volvió a tener pesadillas. Soñó que le gritaba "¡Muérete!"a Felipe de Edimburgo, y a la mañana siguiente lo encontraba en la portada de The Sun, asfixiado bajo una bolsa de Harrod’s.
"¡Imposible!", pensó con alivio nada más despertar, "no hay bolsas de Harrod’s transparentes. No se le vería la cara."
– No subestimes a Al Fayed...
– ¡Mamá, por favor!

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