Monstruos Perfectos

El ceremonial de la sordera

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Madonna y Guy Ritchie se divorcian. Era verdad –lo que venían publicando los tabloides desde el principio del verano–y era mentira –lo que respondieron ambos a los rumores de separación, sus declaraciones de amor eterno en público–.

Lo más desconcertante de todo es que una noticia como esta –Madonna y Guy Ritchie se divorcian–, que debería aparecer en las páginas de economía, junto a la quiebra de los bancos de inversión norteamericanos o el cierre de Lois, se haya ido elaborando con elementos sentimentales, desde percepciones binarias de amor/no amor que no vienen al caso, pero funcionan.

Madonna y Guy Ritchie disuelven su sociedad en estos tiempos de crisis, después de haber asegurado que sus activos eran sólidos. Mintieron.

La ceremonia es perversa: el juego de chismes y desmentidos nos acaba convirtiendo en cínicos que escuchan el ruido del río y van preparando los cubos; en sordos codificados incapaces de distinguir los sonidos del viento entre guijarros o el ruido del celofán arrugándose en las manos, porque todo nos parece lo mismo: el río que suena.

Ahora toca ver cuánto se parece esta confirmación de quiebra matrimonial a los rumores sobre la bancarrota del sistema, si ese rumor de río que escuchamos y que nos niegan no acabará convirtiéndose en una riada o, peor, terminaremos nosotros Arrastrados por la marea; una peli horrorosa donde Guy dirigía a Madonna.

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