Monstruos Perfectos

Mi versión del asunto

Paris Hilton, esa factoría andante de contenidos, asistió anteanoche al desfile de Kira Plastinina –un espléndido nombre para estampar sobre una etiqueta– en la Semana de la Moda de Moscú.

Cuentan las notas de prensa que "invitada por un oligarca ruso, Serguéi Plastinin", a la sazón padre de la diseñadorita que con sólo 14 años ya presenta colección propia, posee más de 28 tiendas en Rusia y el privilegio de ser la encargada del vestuario del programa de la televisión rusa "Star Factory" (una especie de OT con balalaica).

Lo que no cuentan las versiones oficiales es que la no tan rica heredera del imperio Hilton ha cobrado dos millones de dólares por acudir a promocionar el lanzamiento internacional de esa marca rusa de ropa para adolescentes, ni que el oligarca, además de ser accionista de varias multinacionales rusas, es también el propietario de la empresa de moda para la que se supone que diseña su niña.

Así es que nada de invitación, ni de esa escena de la muchacha Plastinina "encantada de la presencia de Hilton". Nada de sorpresas ni inocencias. Lo último de Paris es, como lo son la mayoría de sus apariciones públicas, pura acción de marketing para dar a conocer una nueva marca de ropa por un precio relativamente módico (un par de millones de dólares por un lanzamiento mundial es una ganga).

Y a la que todos –yo el primero– contribuímos con inserciones gratuitas en los medios. Porque ella lo vale. Sí. Paris vale lo que cuesta.

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