Monstruos Perfectos

Nicolas y el chihuahua

El mundo de la literatura basura es un lugar maravilloso, donde las estrellas cinematográficas caídas en desgracia (y en la marmita de los callos con garbanzos) como Kathleen Turner se permiten escribir unas memorias arrojadizas que tardan bien poco en dar los frutos deseados: Nicolas Cage, sobrino de Coppola y compañero de rodaje de la Turner en la película de su tío Peggy Sue se casó, acaba de anunciar en el Daily News que piensa emprender acciones legales (que es un término que me encanta escribir, así, de corrido) contra la actriz si no se retracta inmediatamente de lo que ella escribió sobre él en su autobiografía, Send Yourself Roses.

A saber; que cuando Cage le daba a la frasca se ponía imposible, que lo detuvieron un par de veces por conducir beodo y que –atención a esto que viene ahora, que es buenísimo– una vez vio por la calle un chihuahua que le pareció una monada y se lo metió debajo de la chaqueta para llevárselo a su casa.

¿No es maravilloso? Y, sobre todo, ¿no es estupendo que la divina Kathleen nos revele este detallito delictivo de Nicolas y, no sé si con intención o sin ella, de paso nos ayude a entender de una vez por todas el milagro capilar del actor? ¡Un chihuahua! ¡Pues claro! ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? Estoy deseando que Olivia Newton–John saque en breve unas memorias jugosas por ver si cuenta algún episodio similar de Travolta. Entonces, por fin, podremos entenderlo todo y respirar tranquilos de una vez.

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