Buzón de Voz

La "desbandada" de los ex ministros

Tres individuos formarán como mucho un trío, pero difícilmente una banda. Para hablar de desbandada o "huida en desorden y en distintas direcciones después de una derrota" (María Moliner), haría falta en origen un grupo un poco más amplio. Y, obviamente, derrotado. Pero esta semana había mucha, mucha prisa. Prisa por inocular en la opinión pública el mensaje de que Zapatero, el "mago de la improvisación", se ha quedado solo y hay una "desbandada" en el PSOE.

Prisa para que ese mensaje apocalíptico calara en las propias filas socialistas antes de la votación del pasado jueves en el Congreso sobre la televisión digital de pago. Prisa por sembrar algún conato de división interna antes del Comité Federal previsto este fin de semana. Se palpaba en el ambiente, en las tertulias, en las primeras páginas... Vamos, que había prisa.

El caso es que todos los medios conservadores, capitaneados ahora por el ex "diario independiente de la mañana", aprovecharon que los ex ministros Pedro Solbes, Jordi Sevilla y César Antonio Molina abandonaban sus escaños parlamentarios para concluir que Zapatero está más solo que la luna y el Gobierno corre pendiente abajo hacia ninguna parte. De poco sirve que nada tengan que ver entre sí los tres casos citados.

Pedro Solbes aceptó en 2008 continuar dos años como vicepresidente para contribuir al triunfo electoral del partido al que ha servido durante los últimos veinte años aunque nunca haya sido militante. Con un ojo cerrado fulminó el llamado "efecto Pizarro", pero luego acordó con Zapatero adelantar la fecha de caducidad porque su perfil más técnico que político no servía para poner al mal tiempo buena cara. Zapatero y el PSOE querían más dinamismo, y Solbes jubilarse de una santa vez.

Es cierto que no compartía algunas medidas económicas contra la crisis, pero las asumió todas como le ocurre a cualquier miembro de cualquier Gobierno si no dimite un minuto antes de firmar la medida en cuestión. La fecha de su abandono era conocida desde primeros de julio. A Jordi Sevilla le sobran motivos para estar enfadado con Zapatero. Fue uno de los principales "culpables" de la victoria sobre José Bono y se sintió despreciado al salir del Ejecutivo a las primeras de cambio y sin demasiadas explicaciones. Pero lleva enfadado más de dos años; lo que no había tenido en estos dos años –que se sepa– es una oferta privada tan golosa como la de Price Waterhouse.

Los profesionales

César Antonio Molina no fue excluido del último Gobierno por haber hecho una mala gestión, sino por los difíciles equilibrios que exige el compromiso con la paridad. Así lo entendió el escritor cuando fue informado de su cese por el presidente, y en aquella misma conversación le adelantó su intención de volver a la cátedra y a la poesía.

El ejemplo de Molina es el que debe dar origen a alguna reflexión más allá de las "desbandadas" y las "prisas". Es costumbre no inventada por Zapatero la de fichar para el Gobierno a personalidades ajenas a la política. Felipe González fichó a Garzón (y le engañó, porque no lo hizo ministro). O Aznar a la también jueza Margarita Mariscal de Gante. Pero Zapatero tiene una especial predilección por abrir la gestión política a otros ámbitos profesionales. Para su primer Gobierno, en 2004, ofreció una cartera a la entonces número uno de IBM, Amparo Moraleda. No había cartera capaz de pagar la hipoteca inmobiliaria suscrita por la afamada ejecutiva. Sí convenció más tarde a Bernat Soria o a Mercedes Cabrera, quienes difícilmente seguirán mucho tiempo en el Congreso.

¿Esas personalidades de prestigio ajenas a la política deben ser diputados además de ministros? Obviamente tienen un gancho electoral, y probablemente necesitan sumar dos sueldos para que no les resulte tan gravoso abandonar temporalmente sus carreras. Pero como diputados se aburren, y entonces surge el riesgo de "desbandadas". Hasta el ilustre científico Isaac Newton fue nombrado parlamentario por la reina Ana de Inglaterra. Se mantuvo sentado en silencio durante meses y sólo pasó a la historia una intervención suya: "Propongo cerrar aquella ventana porque aquí hace un frío considerable".

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