Buzón de Voz

Elogio del optimista (sensato)

Resulta hoy más difícil encontrar un diagnóstico optimista sobre la situación política y económica que ver a una mujer vestida en la mansión de Berlusconi. El pesimismo azota como una gripe A y a menudo da la impresión de que no se basa tanto en los datos objetivos de la realidad como en el temor a salirse de lo políticamente correcto. Y ya se sabe que, mayormente, lo políticamente correcto lo impone la intelectualidad mediática de la derecha, con la inestimable ayuda de esa tropa formada por los progresistas "equidistantes".

Dos personalidades históricas del socialismo español representan (entre otros muchos) ese discurso aparentemente "responsable" que daña sin descanso cualquier intento de avance por el carril izquierdo de la política.

Por un lado, el comisario europeo de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, ex ministro, ex secretario general del PSOE y ex candidato a la presidencia del Gobierno después de ser rechazado como cartel electoral por las propias bases socialistas.

Por otro, Enrique Múgica, veterano socialista con más de treinta años de experiencia a bordo de un coche oficial y Defensor del Pueblo con tal capacidad de adaptación que a veces uno sospecha que podría darse el caso de no existir el pueblo pero sí su defensor Enrique Múgica.

Centrémonos en el primero. Poco antes del verano, los pronósticos vaticinaban para España una recesión "larga y profunda", de modo que nadie se atrevía a imaginar un dato de crecimiento "positivo" antes del año 2012. La realidad visualizada es tan fugaz como el cometa Halley y los medios nos dedicamos a reproducir la declaracionitis incontinente de políticos y expertos de toda lid, así que la memoria colectiva galopa hacia la extinción.

Hoy, la mayoría de los gurús de la economía (los mismos que no olieron siquiera la que se nos venía encima hace un par de años) sostiene que España entrará en vías de recuperación durante el primer semestre de 2010. Lo cual no quiere decir que por esas fechas ya se esté creando nuevo empleo o que el sector de la construcción vuelva a las vacas gordas. Simplemente significa que la economía española no seguirá mermando sino que volverá a crecer.

Incertidumbre y frivolidad

Aunque resulte de una obviedad casi ofensiva, conviene aclarar que uno no aspira a que sus gobernantes le engañen. Dicho en cristiano: el ciudadano no es gilipollas. Si un responsable político tiene datos para afirmar que la economía irá a peor en los próximos seis meses, nadie le exige que mienta, ni que oculte esa realidad. Ahora bien, en el sueldo de los políticos y de las autoridades económicas estatales o globales (que entre todos sufragamos) entra el conocimiento de las bases de la evolución económica. Puede objetarse que ese análisis es multipolar y que nada tienen que ver las tesis de John Maynard Keynes con las de Milton Friedman. Correcto.

Pero ninguna escuela de pensamiento económico puede negar a estas alturas que el factor psicológico condiciona sensiblemente el futuro de la economía. Si se siembra la incertidumbre entre los ciudadanos, estos limitan el gasto e incrementan el ahorro, hasta el punto de que en la suma total pueden incluso paralizar el sistema.

Joaquín Almunia no pierde oportunidad para advertir de todas las calamidades que se ciernen sobre España: tan pronto exige un control estricto del déficit público como pronostica el grave riesgo que a su juicio corren las pensiones. Gracias, comisario. ¿Y no le parece significativa la facilidad con la que se pierden en este país puestos de trabajo en cuanto vienen mal dadas? ¿No considera su obligación insistir en el control del fraude fiscal o en la gravación de los beneficios empresariales o bancarios?

Últimamente, desde el FMI a la OCDE prevén en sus informes una recuperación lenta y segura de la economía española. No se trata de vender un optimismo de crecepelos, pero se agradecería simplemente el silencio de quienes no hacen sino cacarear pesimismo o incertidumbre sin aportar soluciones imaginativas, especialmente cuando estas podrían encabronar a los poderosos: a esos mismos cuyas fortunas han sido salvadas en el último año por la aplicación keynesiana del papel del Estado.

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