Buzón de Voz

La autoría intelectual de la infamia

Hasta aquí hemos llegado. Ya no vale pulpo como animal de compañía. Ahora el pulpo es la "autoría intelectual del 11-M". Descartados y hasta ridiculizados por la fuerza de las pruebas todos y cada uno de los engendros que alimentaban la teoría de la conspiración, sus pregoneros se agarran a la "ausencia de autores intelectuales de la masacre". La técnica es la misma que vienen utilizando desde la misma tarde del 11 de marzo de 2004. La propia sentencia redactada por Javier Gómez Bermúdez explica la fórmula: "Se aísla un dato –se descontextualiza– y se pretende dar la falsa impresión de que cualquier conclusión pende exclusivamente de él, obviando así la obligación de la valoración conjunta de los datos –prueba– que permita, mediante el razonamiento, llegar a una conclusión según las reglas de la lógica y la experiencia". Expresado de otro modo por el propio juez: "se parte de una premisa falsa para aparentar una conclusión cierta".

La autoría intelectual del 11-M está meridianamente clara en la sentencia, si es que no estaba ya clara para cualquiera con el más mínimo conocimiento de las diferencias entre el terrorismo islamista yihadista y el etarra. El primero no tiene una estructura piramidal, ni comandos que cumplen órdenes de un líder o dirección colegiada. La inducción de la masacre está en el fanatismo criminal de quienes quieren acabar con la cultura occidental aun a costa de perder su propia vida. Punto.

Sustituir la obligación moral de rectificar y pedir excusas por la falacia de que "hay que seguir investigando toda la verdad" es un insulto a la inteligencia. Puestos a buscar toda la verdad, conviene ir retratando a quienes a punto estuvieron de paralizar y anular el juicio del 11-M sin importarles que pudieran salir en libertad los asesinos ahora condenados. Se busca a los autores intelectuales de la infamia.

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