Buzón de Voz

La apuesta del pesimista

Andaban este otoño seriamente preocupados en la sede del Partido Popular. No encontraban asuntos de calado que llevarse a un mitin para mantener movilizados a sus fieles y arrancar votos al adversario. Cautivo y desarmado el discurso apocalíptico de la inminente ruptura de España, la rendición ante ETA y la entrega de Navarra, los asesores de Mariano Rajoy soltaban garrotazos con la venda puesta, como en las cucañas, por ver si de alguna vasija caían dulces y golosinas que permitieran llenar la zamarra de la próxima campaña electoral.

A falta de otra chicha que permita retomar la iniciativa política, la oposición siempre lo tiene crudo en épocas de precampaña, porque quien está en el Gobierno dispone de un arma de destrucción masiva: el Boletín Oficial del Estado. Ya puede el Partido Popular criticar el gran escándalo de los transportes en Catalunya. Llega Zapatero, instaura el cheque-bebé, inaugura dos nuevas líneas del AVE y a otra cosa, mariposa.

En estas andaba el Partido Popular cuando empezó el goteo de nubarrones en la economía. Sube el paro, se dispara la inflación y la confianza de los consumidores cae en picado. ¡Eureka!, debió de exclamar Juan Costa, proahijado de Rodrigo Rato y responsable del programa electoral del PP. "Es la economía, estúpidos". Y el PP se lanza a intentar demostrar a la concurrencia lo que sinceramente piensa: que ellos son mejores gestores que los socialistas.

Ruina nacional

Quien tuvo retuvo. Acostumbrados durante tres años y medio a pronosticar todo tipo de calamidades, los dirigentes del PP parecen haber dedicado las vacaciones navideñas a repasar la Ley de Murphy, de modo que no hay ya día en que no nos dediquen un pronóstico oscuro, inquietante, un futuro de ruina nacional si no somos capaces entre todos de alejar a los socialistas de la llave de la caja.

Como estrategia electoral tiene su sentido. Parece claro que el voto se mueve fundamentalmente por dos resortes: las emociones y la cartera. Al primer resorte han dedicado el PP y su flota mediática estos últimos años, con resultados que se traducen en una alta fidelidad del antizapaterismo en las encuestas. Han conseguido que millones de españoles identifiquen a Zapatero con las siete plagas. Pero a la vista de que las plagas anunciadas no llegan, conviene cambiar el tiro hacia el otro resorte. Mucha gente deja en segundo plano cuestiones emocionales o ideológicas si percibe que se juega con "las cosas de comer". Esos cinco millones largos de indecisos pueden inclinar finalmente el voto hacia el partido que les convenza de que su casa, su sueldo, su trabajo, sus ahorros... quedarán blindados bajo su buen gobierno.

Y aquí llegamos a la decisiva influencia que en la economía, como en la vida misma, tiene el llamado "estado de ánimo". Sobra literatura técnica para demostrar que los ciclos económicos guardan una estrecha relación con el optimismo o el pesimismo instalados en la estructura social. Los nubarrones a los que asistimos son innegables, pero una cosa es ver nubes y otra estar convencido de que va a caer el diluvio universal.

Si la gente piensa que las hipotecas, los precios y el paro seguirán creciendo sin techo a la vista, gastará menos y contribuirá decisivamente a que ocurra precisamente lo que teme. La mayoría de los expertos consultados coinciden en que estamos ante una incipiente desaceleración económica internacional para la que España está mejor preparada que otras economías. Este año, por resumir, nuestra economía crecerá menos, pero más que las de nuestros vecinos. Y, salvo imponderables, no pintan las cosas como para echarse a temblar.

Sirva un ejemplo. El PP explota el dato del índice de confianza de los consumidores, y Zapatero reprocha a Rajoy su falta de "patriotismo" por contribuir a crear una psicosis de crisis económica. Sospechamos que el presidente no hace esa acusación sólo como táctica política para retratar de nuevo a Rajoy como profeta de falsos descalabros, sino que se basa en algún dato que el Gobierno ya conoce y nosotros todavía no. Es posible que el consumo navideño haya crecido este año en torno a un 3% respecto a las navidades de 2006. Ese dato explicaría también la invitación de Pedro Solbes a los dirigentes del PP para que se den una vuelta por bares, restaurantes y centros comerciales y comprueben el presunto "parón" del consumo.

La economía va a ser protagonista de esta campaña electoral, pero al fondo de la batalla se visualizará una confrontación entre el optimismo y el pesimismo como motores de movilización social. De momento, nos proponen elegir entre la tranquilidad que transmite Pedro Solbes y la urgencia de tomar "medidas brutales" que plantea el ínclito Arias Cañete. Reza la ley de Murphy: "Si hay un agujero en la carretera, su neumático lo encontrará". Y ahí anda el PP, en busca de agujeros que revienten ruedas para luego ofrecer unos recambios "brutales".

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