Buzón de Voz

Un proceso imparable

Uno de los rasgos comunes a todo tipo de dictadores es la costumbre de amarrarse al cargo por muy inevitable y urgente que se perciba su caída. Hosni Mubarak intenta dilatar ese momento mientras centenares de miles de ciudadanos gritan en las calles que no les moverán hasta que se abra un proceso democrático y el presidente haga las maletas. Probablemente no es simple ceguera política; llenar un par de aviones con familiares, billetes, joyas y oro lleva su tiempo, como demostró hace unos días su vecino Ben Alí. Antes de huir a Arabia Saudí, el sátrapa tunecino también cambió de Gobierno y prometió no presentarse a las elecciones. Mubarak viene siguiendo los mismos pasos y las dudas sobre su futuro se refieren sólo al lugar exacto donde buscará refugio.

La vergonzosa ambigüedad de Estados Unidos y Europa ante las revueltas en el mundo árabe parece ir dando paso (muy lentamente y pese a la presión israelí) a una actitud pragmática que por una vez coincide con lo que deberían ser principios insobornables en las alianzas internacionales. Occidente reclama ahora procesos democráticos que desemboquen en elecciones libres. Embajadores y servicios de inteligencia (que a la vista de Wikileaks se enteran de todo menos de las revoluciones en marcha) parecen haber asumido la evidencia de que apoyar a dictaduras agonizantes sólo puede dar alas a los fanatismos que esos mismos regímenes simulaban contener. Y el "contagio" continúa.

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