Buzón de Voz

La cabeza alta, y la cuenta... más

Manuel Pizarro Moreno cumple el próximo sábado 56 años, y antes de que acabe 2007 se embolsará más de trece millones de euros. Sin atracar un banco, sin estafar a incautos, sin jugar a la Primitiva, sin que se le pueda reprochar hasta la fecha delito alguno. No ostenta el record de indemnización por cese entre los altos ejecutivos de grandes compañías privatizadas. Tampoco es el primero que tuvo el curiosísimo olfato de comprar 50.000 acciones de una empresa justo en vísperas de recibir una OPA hostil. Se agarra unos cabreos de turolense indignado cada vez que alguien le insinúa el posible uso de información privilegiada, por otra parte, jamás investigado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores.

Ayer se despidió de la junta general de accionistas de Endesa con el legítimo orgullo de haber multiplicado el valor de las acciones de la eléctrica en los últimos dos años. Miles de pequeños inversores le estarán eternamente agradecidos, aunque  le costará explicar desde la ortodoxia patriotera su radical preferencia por cualquier pretendiente extranjero antes de que una empresa catalana pusiera sus manos sobre Endesa. La argumentación en este punto sólo puede ser política, y tiene todo que ver con las posiciones que sobre el asunto ha venido sosteniendo el Partido Popular.

La imagen de Pizarro que permanecerá clavada en las hemerotecas es aquélla en la que blandía un ejemplar de la Constitución que había comprado una hora antes en una librería cercana. Pero sirvió para sostener una hábil estrategia que cabalgaba entre el interés crematístico y la demagogia.

Se va Pizarro con la cabeza alta y la cuenta... más. Podría echarse a dormir o disfrutar de las largas sobremesas de tertulia que tanto le gustan. A no ser que sucumba a las ofertas del PP para ejercer la política pura y dura.

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