Buzón de Voz

«¡Mire cómo tiemblo!»

La comisión de investigación sobre las tramas de espionaje en la Comunidad de Madrid ya ha iniciado su andadura hacia ninguna parte. El pasado jueves, la portavoz de Izquierda Unida, Inés Sabanés, reprochó con absoluta claridad a Esperanza Aguirre en el pleno de la Asamblea el hecho de que pretenda limitar las pesquisas parlamentarias a un simple juego de espías sin trasfondo político. Apuntó certera hacia lo verdaderamente importante: el Gobierno del PP en Madrid debe aclarar no sólo quién y con qué dinero se ha dedicado a espiar al prójimo, sino por qué y para qué lo ha hecho. ¿Contienen los ya famosos dossiers indicios de corrupción que apuntan a lo más alto del PP madrileño y del gobierno autonómico? Esperanza Aguirre levantó la mano, interrumpió el discurso de Sabanés y espetó un sonoro «¡mire cómo tiemblo!».

Efectivamente, la dama más liberal de las filas del PP no teme en absoluto los resultados de una comisión de investigación que está presidida por un diputado del PP y cuya secretaria será nada menos que Gádor Ongil, ex consejera del gobierno de Aguirre y estrechamente relacionada con otro nombre clave en la compleja red del PP de Madrid, Mario Mingo, médico de Aznar y especialista en poner y quitar alcaldes en esa zona noroeste de la comunidad que ayer mismo el juez Garzón empezó a peinar con el objetivo de aclarar las oscuras relaciones entre determinados constructores y ciertos personajes (¡oh, sorpresa!), también vinculados al PP.

Esperanza Aguirre temblaría un poco más si hubiera aceptado el mínimo gesto de higiene democrática de formar una comisión presidida por un representante de otro partido, como es costumbre en el Congreso de los Diputados. Pero, claro, si esa comisión no tuviera mayoría absoluta del PP y estuviera presidida, por ejemplo, por Inés Sabanés (como proponían PSOE e IU), a lo mejor pondría la lupa en todas y cada una de las decisiones tomadas por el todopoderoso vicepresidente de la Comunidad, Ignacio González, cuya habilidad para conceder adjudicaciones millonarias a empresas relacionadas con amigos y parientes es impresionante.

Prepotencia infinita

Ignacio González, mano derecha e izquierda de Aguirre desde hace años, tampoco tiembla. Es más, está muy acostumbrado a hacer temblar a los demás. Ahora se dedica a enviar burofax a los medios que han publicado datos sobre esas sospechosas adjudicaciones amenazando al mensajero con todos los infiernos judiciales si se atreve a seguir desvelando las exitosas aventuras económicas de algunos familiares. Utiliza para ello a uno de los bufetes de abogados más caros de España en el que (¡oh, sorpresa!) también trabaja una cuñada del propio González. Confunde con absoluto desparpajo el derecho a la intimidad de sus parientes con el derecho de los ciudadanos a conocer cualquier información relacionada con el manejo que los servidores públicos hacen del dinero de los contribuyentes. González no tiembla porque lleva años dirigiendo todos los hilos de la política madrileña mientras su jefa, Esperanza Aguirre, se entretiene en disputar a Ruiz-Gallardón la sucesión de Mariano Rajoy. González y Aguirre se aportan mutuamente una tranquilidad absoluta, porque comparten la satisfacción de haber convertido Madrid en un cafetal dirigido con mano de hierro bajo guante liberal. Yo pongo aquí a mi prima y tú le puedes dar esa concesión al socio de tu cuñado. Si el nepotismo, la prepotencia y la sensación de impunidad se perpetúan en el tiempo, llega un momento en el que uno llega a convencerse de que no hay límite, incluso puede creer que esa es la forma más eficaz de hacer política.

Como apuntaba Torres Mora en estas mismas páginas hace unos días, no se espían unos a otros para averiguar qué hacen, sino "porque se conocen demasiado bien". Después de las extrañas y casi olvidadas visitas de Montserrat Corulla al Ayuntamiento de Gallardón, alguien en la Puerta del Sol pensó que merecía la pena vigilar al adversario.

Lo que hasta el momento se conoce públicamente de la trama de espionaje es una broma si se compara con lo que queda por demostrar y con lo que quizás sea el objetivo del siempre oportuno u oportunista juez Garzón: Madrid no es un cortijo. El PP no puede escudarse en el cinismo del "hoy por ti, mañana por mí". No todos son iguales. El "¡mire cómo tiemblo!" de Esperanza Aguirre suena a impunidad y a prepotencia.

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