Cartas de los lectores

2 de noviembre

¿Nos sumamos al cambio?
A pesar de que en España trabajamos más y que las retribuciones son más bajas, Rajoy apuesta en su avance de programa por reducir los salarios. En España las diferencias entre ricos y pobres han aumentado de manera significativa; sin embargo, Rajoy propone abaratar los impuestos a los que perciben mayores rentas de capital. En el ranking de fraude fiscal figuramos entre los primeros países; no obstante, en las páginas electorales del PP no veo ningún esbozo de plan para solucionar el problema. Uno de los hechos que más daña nuestra salud democrática es la corrupción política, pero en el folleto conservador sólo he encontrado buenas intenciones. El calentamiento global requiere soluciones drásticas y urgentes, sin embargo, aparte de reforestar, no he visto ningún plan integral para reducir la emisión de gases contaminantes. En fin, señor Rajoy: ¿nos quiere dar alguna razón convincente para sumarnos al cambio?
Enrique Chicote Serna / Arganda del Rey (Madrid)

Señor González Pons,
yo no soy idiota
En un discurso político se puede ser incisivo sin herir a nadie. Es el arte de la retórica. Desgraciadamente, apenas existen buenos oradores en la política. Yo le podría responder a González Pons con otros insultos semejantes al que ha utilizado para insultarme a mí como votante del PSOE, pero no lo haré, así como tampoco insultaré a los votantes del PP aunque crea que mantienen una postura que manifiestamente va en contra de sus intereses. Son ciudadanos que, lejos de ser idiotas, son fieles a su ideología, pacientes con la injusticia, prudentes con sus jefes y esperanzados con el caudillo de turno. El PP está en deuda con ellos. Para exponer sus opiniones no hace falta insultar.
Pedro Taracena Gil
Madrid

El camino que queda
para asimilar el final de ETA
La derrota de ETA está siendo difícil de asimilar por parte de los ultranacionalistas y nuestra derechona de siempre. ETA ha sucumbido gracias a la labor de la democracia, e indudablemente este hachazo final debe apuntarse en el haber del hoy candidato socialista en sus años al frente del Ministerio del Interior, lo demás sobra. Ahora queda una labor importante –cerrar definitivamente el tema–, que irá a cargo del nuevo Gobierno tras las elecciones. Ni es necesaria una negociación política con la banda terrorista, ni es imprescindible la entrega de las armas o el perdón a las víctimas, aunque sí sería conveniente y convincente, todo menos realizar una cruzada con el tema. No se exigió lo mismo ni al Grapo ni al franquismo, que tanto en la Guerra Civil como después ejerció sin miramientos un terrorismo de Estado sobre los que pensaban distinto. Ni se pidió perdón ni se admite que se les dé una sepultura digna a los que se encuentran en las cunetas de las carreteras. Asimilar es entender y comprender.
Eduardo Calavia
San Fernando (Cádiz)

Tras la educación y la sanidad,
las pensiones
Son codiciosos, saben que si se debilita lo público, aumentan sus posibilidades de negocio. No importa que los planes de pensiones privados hayan perdido el 30 o el 40% de su capital en estos tres años de crisis; sólo ven los 64.375 millones del fondo de reserva (2010) de la Seguridad Social, y quieren apropiárselo. El primer paso es pervertir las pensiones públicas y después nos venderán las pensiones privadas o de capitalización como complemento de excelencia a las públicas.
Al aumentar de 15 a 20 años el periodo para calcular la base reguladora, disminuye la pensión un 6% de media; si además se retrasa la edad de jubilación dos años, se reduce en un 10%; y, en su hipótesis ideal, si se calcula la base reguladora sobre la vida laboral y hasta los 67 años de edad, se reducirá en un 26%, de tal forma que el que pueda pagará un plan de pensiones privado con el que intentará obtener cierto grado de dignidad durante la vejez, aunque nadie se lo garantice.
Luis Fernando Crespo Zorita
Alcalá de Henares (Madrid)

Vuelven los obstinados obispos
en época de elecciones
Es llegar las elecciones y ahí están, como siempre, nuestros obstinados obispos dando instrucciones a los votantes para arrimar el ascua a su sardina.
Y lo hacen –dicen– sin querer imponer a nadie ningún programa político y basándose en lo que llaman "fundamentos prepolíticos". En resumen, y hablando en cristiano, lo que los obispos piden es que se vote a los partidos que estén dispuestos a derogar leyes como la del aborto, la muerte digna, el divorcio y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Los obispos defienden la tesis de que las leyes no siempre son morales y justas "por el mero hecho de que emanen de organismos legítimos".
Y no les falta razón. Pero tampoco les faltará razón a quienes digan que las normas de la Iglesia católica no tienen por qué ser siempre justas y moralmente aceptables por el hecho de ser dictadas por una institución religiosa.
Pedro Serrano
Valladolid

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