Por la patria
Los líderes nos piden sacrificios heroicos. Todo por la patria. Los sueños, el futuro, el pan y la vivienda. Hasta la última gota de nuestra hemoglobina. Todo por la patria. Pero, ¿dónde está mi patria? ¿de quiénes o de qué deberíamos salvarla? Yo no sé bordar banderas ni entonar himnos que exalten las virtudes de esta vieja España. Mi patria, la única que reconozco, ya estaba cautiva y desarmada presa de la usura, de la desesperanza, de un sistemático desahucio que nos está robando el alma. Los que dirigen el saqueo nos susurran que la autoinmolación es el único camino. Que no nos queda otra que someternos al estupor global orquestado por corruptos, irresponsables y necios megalómanos. Quizás esto nos pase por habernos echado la eterna siesta del carnero, por haber permitido que nos pastoréen tiburones y lobos que tan siquiera han aprendido a camuflarse con la piel de los borregos. Nadie es inocente.
Ana Cuevas Pascual
Zaragoza
Podemos hacer magia, pero no milagros
Me encontraba ayer realizando la alquimia habitual que permite a nuestra familia ir cubriendo los gastos mensuales con mágicos encajes cuando un anuncio captó mi atención. En él, un personaje mediático solicitaba solidaridad para con los necesitados en el cuerno de África, para esos miles de personas, principalmente niños que, incomprensiblemente, mueren a diario por falta de alimentos y de medicamentos básicos, a pesar de la inmensa riqueza de la que nos dota nuestro amado planeta. Entonces pensé en la voracidad que envuelve a este nefasto y obsoleto sistema por el que nos vemos obligados a subsistir. Estoy de acuerdo en que debemos ser solidarios, pero cuando nos piden que contribuyamos a la salvación de esas pobres criaturas mientras las grandes corporaciones hacen su agosto explotando sus ricos recursos naturales y nosotros nos vemos obligados a ser magos para poder llegar a fin de mes, se me llevan los demonios.
Sergio Torres Giménez
Barcelona
Que no desaparezca nuestra atalaya pública
Miguel Romero Cejudo
Sevilla
Hacia el fin de la historia
Hace justamente 20 años, Francis Fukuyama publicó El fin de la historia y el último hombre, libro en el que proclamaba la victoria del liberalismo político y económico sobre el resto de ideologías tras la caída del Muro de Berlín. Pocos analistas compartieron en aquel momento una visión del mundo que consideraban alejada de la realidad. Sin embargo, los hechos de los últimos años han terminado validando muchos de los postulados de Fukuyama, entre ellos y por encima de todos, el que encumbraba al capitalismo y a su vertiente más radical, el neoliberalismo, como modelo económico de referencia global. Hoy occidente y la práctica totalidad del resto del mundo están en manos de un poder financiero que ha conquistado el poder político sustituyendo a gobiernos elegidos democráticamente, reduciendo a las clases medias a la subsistencia llevando a los más desfavorecidos a la miseria, y eliminando cualquier disidencia o crítica mediante la desinformación o, cuando esta no funciona, la violencia. Esta nueva forma de totalitarismo está campando a sus anchas y la ausencia de oposición es lo que me lleva a pensar que nos acercamos irremisiblemente al final de la historia anticipado por Fukuyama. Se trata de un triste colofón porque, al contrario de lo afirmado por el insigne politólogo, creo que este aplastante triunfo neoliberal dará paso a un mundo más oscuro y deshumanizado en el que todos saldremos perdiendo.
Julio Navarro Blázquez
Madrid
Contra el silencio administrativo
El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, baraja la posibilidad de que los juzgados y tribunales funcionen a pleno rendimiento en el mes agosto, y con determinación añade que "esta va a ser la legislatura de la gestión" y que "será necesario modificar algunas costumbres" que no resultan "compatibles con una cultura competitiva". Me gustaría saber si el ministro entre esas costumbres incluye el silencio que las administraciones públicas, en especial ayuntamientos y comunidades, utilizan para no responder a reclamaciones y recursos de alzada que al cabo de tres meses se convierten en demandas en los juzgados.
Severino Manrique
Comentarios
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