Cartas de los lectores

23 de julio

No vayamos a liarla
El conjunto de los ciudadanos, en general, agradecemos sobremanera el afán por informar de los periodistas.
Gracias a ellos, cada mañana nos levantamos sabiendo –por ejemplo– un poco más acerca de la trama de corrupción que enmaraña al principal partido de la oposición.
Cada día sabemos algo más de aquello que muchos intuíamos, pero aún no podíamos certificar. Ahora ya lo podemos decir, bueno casi. Si se nos ocurre mencionarlo en algún lugar concurrido como la sala de espera de un centro de salud o la parada del autobús, lo mismo te dejan KO por osar nombrar lo innombrable y te salen con el consabido: "Pero si todos son iguales" o "¿acaso tú no lo harías?".
Yo me pregunto si, cuanto más sabemos de sus desmanes y de sus tejemanejes, más apoyos tiene el partido presunto de ganar las próximas elecciones. Así que, por favor, dejen de informarnos acerca de la corrupción del PP, no vaya a ser que se cumpla aquello de que "cuanto más robamos, más gente nos vota" y la vayamos a liar.
Aunque cada día les llegue a su redacción un fax con la última corruptela sobre el envío del regalo fetén a cambio de una concesión de licencia urbanística, y aunque cada mañana se inunde su buzón del correo electrónico con informaciones que darían para una noticia "de portada" sobre una conversación grabada entre El Bigotes y un líder (o lideresa) en la que aquel afirma que "lo quiere un huevo" y que a ver si tienen un rato para verse; pues mejor no. No vayamos a liarla...
Julián González / Madrid

Dimes y diretes sobre Gibraltar
Como he sido uno de los muchos lectores de Javier Ortiz, también tengo alergia a la demagogia irredentista –se trate de Gibraltar, de Perejil o de Olivença–.
Me trae sin cuidado qué bandera ondee en la roca y, dada la obcecación de españolistas y llanitistas por la soberanía, me pregunto si no lo harán por distraer la atención de problemas mucho más acuciantes –como la condición de serrallo fiscal y de vertedero que ostenta Gibraltar–. Yo no me dejo engañar por sus dimes y diretes acerca de la patria herida: PSOE y PP –para no variar– están a partir un peñón. Por mí encantado: entre ellos, los políticos gibraltareños y los británicos podrían repartirse los trozos y arrearse con los mismos en los dientes.
Manuel Mérida / Oviedo

Más cornadas da el hambre
Según Juan Carlos Llera, profesor de Veterianaria, los toros de lidia han desarrollado una respuesta neuroendocrina que modifica su umbral del dolor.

Al parecer, quienes nos horrorizamos ante la sangrienta crueldad que se ejerce contra estos animales no somos
sino unos ignorantes sensibleros que desconocen que los toros han evolucionado para minimizar su sufrimiento y no enturbiar las conciencias de los que disfrutan de la fiesta nacional. Todo un detalle por parte de los bichos.
De pronto, se me ocurre que un experimento similar podría llevarse a cabo con los seres humanos, con esas criaturas cuyos vientres hinchados por el hambre nos conmueven mientras comemos viendo las noticias, o con aquellos que mueren destrozados en los cientos de conflictos que siembran el planeta y cuyos muñones y miembros amputados alardean obscenos en las imágenes con el único propósito de amargarnos nuestra beatífica digestión.
Mi propuesta es la siguiente: ¿por qué no introducirles un microchip bajo la piel que demuestre que estos seres se han adaptado genéticamente a la hambruna y al genocidio? A lo mejor, si se consigue verificar que su umbral de sufrimiento es muy inferior al nuestro, dejaremos de inquietarnos por su infortunio y lo asumiremos como una consecuencia lógica de la evolución natural y la adaptación al medio.
La ciencia, siempre al servicio de las personas –pero de las del primer mundo con prioridad, claro–, daría así un salto cualitativo al suprimir empíricamente los remordimientos de la sociedad privilegiada para que pudiéramos seguir gozando sin remover nuestras entrañas.
Ana Cuevas / Zaragoza

Igualdad real
La igualdad de trato entre hombres y mujeres fue uno de los principios fundacionales de la Unión Europea en 1957. Medio siglo después, la propia UE aún tiene que considerar expresamente inaceptable la violencia contra las mujeres y reconoce que en Europa aún son muchas las que sufren agresiones o explotación.
Son víctimas de la violencia doméstica o de abusos sexuales, de la trata y de la prostitución forzosa, o de la intimidación y la opresión en lo que supone vulnerar sus derechos fundamentales a la libertad, dignidad y seguridad.
Casos como los acaecidos durante estas últimas semanas en Andalucía, ponen en evidencia el compromiso real de la propia sociedad con la igualdad de sexos.
Ya no se trata de una lucha obligada de las diferentes administraciones públicas y gobiernos, sino que se trata de que la sociedad continúa generando una prepotencia y un odio machista a edades muy tempranas difícilmente controlables. La violación de estas dos chicas, menores de edad, por parte de varios chicos nos debe hacer reflexionar sobre la sociedad que deseamos y los valores que estamos transmitiendo desde la escuela y la propia familia a nuestros hijos.
¿Qué clase de sociedad legaremos a nuestros hijos? Cada generación es responsable de hacer un poco mejor la vida de la siguiente. Ciertamente es una cuestión preocupante, alarmante e injusta.
José Manuel Pena / Riveira (A Coruña)

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