Realpolitik

Rivera e Iglesias, frente al abismo

Las encuestas que vamos conociendo sobre la hipótesis de una posible repetición electoral, da igual la ideología del consejo de administración del medio que las publique, son contundentes: Los  partidos que más perderían son Ciudadanos, Vox y Podemos. Por ese orden.

También son claras en señalar a los que sacarían ventaja de esa tercera vuelta electoral, el PSOE y el PP. Por ese orden.

Rivera e Iglesias, líderes de las formaciones que enarbolaron la bandera de la "nueva política" ilusionando a millones de españoles y que soñaron con el "sorpasso" sobre el PSOE los unos y sobre el PP los otros, deberían despertar ya de ese sueño, poner los pies en la tierra, y entonar una solemne autocrítica.

Tras múltiples juegos dialécticos (más Iglesias) y posicionales (más Rivera) que finalmente solo han conseguido marear y  aburrir al respetable, ni uno ni otro ha logrado alcanzar su objetivo, que no era otro que articular un partido/movimiento capaz de construir una oferta política, programática y ética de mayorías y  realmente diferencial a la que ofrecían los partidos tradicionales.

Y lo cierto es que no ha sido por falta de oportunidades, porque si a algo se han dedicado con fruición, talento y disciplina prusiana PSOE y PP durante estos años ha sido a hacer política de forma tan calamitosa que la ventana de oportunidad para Iglesias y Rivera tenía las proporciones de un campo de fútbol.

En tiempos de crisis, confusión y legítimo cabreo ciudadano, Rivera e Iglesias se esforzaron por construir estructuras verticales, dóciles y sin capacidad real de ejercer crítica eficiente alguna, estructuras en las que la comunión mística entre el líder y la militancia se realizaba de forma directa y pura, sin necesidad de esos molestos cuerpos representativos y  deliberativos propios de los partidos de la vieja política en los que -imagínense- se permitía incluso criticar al líder.

Estructuras verticales acompañadas de procedimientos internos con la sorprendente virtud de unir lo peor del mundo tecnológico ( votaciones online sin garantía alguna de identidad del votante, seguridad en el ejercicio del voto y auditoría posterior) con lo más oscuro del medievo ( expulsión inmediata a las tinieblas exteriores y escarnio público de quienes se permitiesen contrariar al líder). Todo ello con el conocido resultado del estrechamiento orgánico, la conversión de la militancia en palmeros cómplices de las malas prácticas de la cúpula mediante el sórdido ejercicio del plebiscito y el centrifugado pendular del talento orgánico.

Todas estas, y algunas otras cuestiones que por conocidas, reiteradas y profundamente aburridas omito, han dado lugar a que tras las últimas elecciones generales, tanto Rivera como Iglesias se encuentren ante la necesidad de tomar decisiones críticas de las que dependerá tanto su supervivencia personal como la de sus organizaciones.

Pero volvamos a las encuestas de las que hablaba al principio, con esas contumaces previsiones de voto y el abrumador porcentaje de electores de Podemos y Ciudadanos que expresan la necesidad de que Iglesias y Rivera  no impidan la formación de un gobierno del PSOE, a las que debemos añadir el hartazgo ciudadano ante la sobredosis electoral y el ya famoso arrojo del presidente del gobierno,  más conocido por mantener el acelerador apretado independientemente de la distancia a la que se encuentre del abismo que por su habilidad con el freno y el embrague, la situación resultante es que en este mes de julio, Rivera e Iglesias se van dar cuenta finalmente de que su propia supervivencia política está unida indisolublemente a que Sánchez consiga ser investido como presidente del gobierno, se eviten unas elecciones y ambos tengan tres añitos para poder recomponer su figura.

Porque si vamos a unas nuevas elecciones, existe la posibilidad de que incluso entre la escasamente beligerante militancia que aún queda en Podemos y Cs, alguien se pregunte legítimamente si deben ser los dirigentes que se han estrellado en tantas ocasiones con el viejo bipartidismo sin lograr superarlo nunca quienes deben encabezar las listas electorales de sus formaciones.

Y ese si que es un señor abismo.

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