Mis rollitos chinos

Los esquizofrénicos no encuentran su sitio en la nueva China

  • La escasez de atención médica y social a los enfermos mentales impide su integración en la sociedad
  • Según el Ministerio de Sanidad Chino, los trastornos mentales representan el 20% de las enfermedades del país y alcanzarán el 25% en 2020.

Pang Jin estudió arquitectura en una de las mejores universidades de Pekín y habla inglés con fluidez, pero su currículum de  poco le sirve a la hora de amasar pan, la actividad que le ocupa tres mañanas de la semana en el sencillo hospital psiquiátrico de los suburbios de Pekín donde reside desde hace diez años. "No es que me guste mucho hacer esto, pero al menos me entretengo unas horas al día", dice Pang, - o "Jeff" , como prefiere que le llamen- , limpiándose las manos llenas de harina en el delantal.  Poco antes de cumplir los 30, cuando apenas empezaba a trabajar como arquitecto, Jeff rompió con su novia y sufrió una grave desestabilización emocional,  que los médicos asociaron a una esquizofrenia incipiente. Poco después, su familia le ingresaba en este hospital privado, más parecido a una residencia que a un centro médico, en el que viven 190 pacientes afectados por enfermedades mentales, la mayoría por esquizofrenia.

JEFF EN EL TALLER DE PAN Jeff y otros esquizófrenicos en el horno de pan

"El gobierno sigue sin prestar suficiente atención a los enfermos mentales", dice Yang Yun, la enfermera que decidió abrir este centro hace poco más de diez años, con la ayuda de un amigo psiquiatra. Por  1000 yuanes al mes (unos 100 euros ), los pacientes  reciben alojamiento y comida, atención médica y medicación por parte de los doctores que visitan el centro durante el día, y el cuidado atento de cuatro enfermeros sin titulación profesional, incluida Yang, a quién los pacientes ven casi como a una madre.

En Pekín hay otros tres centros privados como el suyo, pero "no son suficiente" para completar la escasez de camas en los hospitales públicos y de programas de atención social destinados a los enfermos mentales. "Sin un programa de atención social no es posible acabar con la discriminación hacia los enfermos mentales", añade Yang, mientras observa  con cariño a los pacientes equipados con gorros y delantal blanco que esa mañana hornean pan.  

 "Algunos no salen nunca del centro", explica Natascha Prigge ,  una exaptriada alemana en Pekín. Natascha y una amiga suiza tuvieron la iniciativa de abrir  este pequeño taller de pan como terapia para los enfermos del hospital de Yang, al que llamaron "Crazy Bake".  Ellas mismas, con la ayuda de Jeff y los pacientes más capacitados, venden el pan y otras pastas caseras frente a la salida del colegio alemán de Pekín, dos días a la semana. Cada onza cuesta 20 yuanes (unos 2,5 euros). Los ingresos son para  pagar los gastos del horno y mantener el pequeño dormitorio común donde viven los enfermos del taller, mejor acondicionado que el resto del hospital.  

crazy-bake-esquizofrenicos1.jpg los pasteleros de "Crazy Bake"

La sociedad china sigue manteniendo graves prejuicios hacia las enfermedades mentales. Mientras en las zonas rurales más pobres miles de enfermos mentales viven en sus casas sin que las familias reconozcan su dolencia, en las ciudades muchos son encerrados en hospitales psiquiátricos como éste, a pesar de que con la medicación y atención psicológica adecuada podrían  reintegrarse en la sociedad, especialmente los esquizofrénicos.

En el hospital de Yang, escondido en un barrio obrero de los suburbios de Pekín, la mayoría de los pacientes acostumbran a pasar el día viendo la televisión o jugando a cartas. Salen poco y no hay dinero para terapias de reintegración  en la sociedad. "Sólo con recibir mayor atención de sus familias podrían hacer una vida más "normal", asegura Yang, después de presentarme a un joven esquizofrénico graduado en  Ingeniería por la Universidad Tsinghua, una de las mejores del país.

La mayoría de los pacientes provienen de buenas familias, que pueden permitirse  el coste de la residencia, pero en las zonas rurales la escasez de atención a los enfermos mentales empieza a convertirse en un problema grave.  El pasado noviembre, el rotativo oficial China Daily explicaba el caso reciente de un joven esquizofrénico de 21 años, que había matado a seis miembros de su familia en una aldea remota de Yunnan, en el sur del país, y alertaba de la "deficiencia de atención médica a los esquizofrénicos en el país".  Según el Ministerio de Sanidad chino, más de 56 millones de personas con enfermedades mentales no reciben ningún tipo de tratamiento. Sólo una cuarta parte de los pacientes con problemas severos son hospitalizados.  La razón principal  es la falta de concienciación pública acerca de las enfermedades mentales y el elevado coste del tratamiento para las familias, según Wang Gaohua, experto en enfermedades mentales del hospital  afiliado a la Universidad de Wuhan, capital de la provincia interior de Hubei. "Las enfermedades mentales  se "han convertido en un riesgo para la salud y seguridad pública", alertaba China Daily, un medio controlado por el Partido comunista chino.

OPERACIONES DE CEREBRO

La prensa local china presta cada vez más atención al problema de la esquizofrenia. Sin embargo, la postura del gobierno chino hacia las enfermedades mentales continúa siendo un tema políticamente "delicado": todos los expertos locales contactados por esta periodista rechazaron ser entrevistados. Una de las cuestiones más polémicas es que algunos hospitales chinos continúan practicando operaciones en el cerebro para tratar a esquizofrénicos, una práctica muy poco habitual en Occidente. En el hospital militar 454 de Nanjing me aseguraron que han llevado "con éxito" alrededor de 1000 operaciones para tratar enfermedades mentales,  desde esquizofrenia a psicosis epiléptica a trastornos obsesivos o de  personalidad. Cada intervención  cuesta alrededor de 35.000 yuanes (unos 3.500 euros) . A pesar de las continuas denuncias de familias de pacientes que han sufrido daños terminales en el cerebro después de este tipo de intervenciones,  los hospitales continúan llevándolas a cabo. Estas operaciones se han convertido en una atractiva  fuente de recursos para los hospitales chinos, que dependen de sus propios ingresos para financiarse.

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