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El número de Avogadro

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

Invito al lector, especialmente si odia las matemáticas por ser de letras u otra causa menos dolosa (¡es broooma!), a que haga unas cuentas sencillas y rústicas pero bien hechas. Se van a basar en el número de Avogadro, oscuro aristócrata italiano que estableció cuántas moléculas hay en una determinada cantidad de cualquier sustancia. Es muy grande: casi un cuatrillón. Un uno seguido de 24 ceros. Todas esas moléculas caben en unos pocos litros de aire o en un vasito de vino. O sea, que las moléculas, esos conjuntos de átomos que dan variedad a la materia, son realmente pequeñas, ¿no? Pues, en general, sí, aunque lo que son pequeños son los átomos, ya que hay moléculas, como el famoso ADN, que pueden ser enormes al estar formadas por miles de millones de átomos.

Supongamos primero que las moléculas contenidas en el vaso tienen el tamaño de una perla. Un centímetro de diámetro. ¿Cuánto ocuparían? Haga el lector la cuenta y, consultando un atlas, comprobará que las moléculas del vino llenarían Europa desde Cádiz hasta los Urales, formando una cordillera de perlitas que dejaría en pañales al Himalaya, ya que tendría decenas de kilómetros de altura. Fantástico. Vayamos ahora por el aire.

Cuando Jesucristo dijo lo que dijo al morir, exhaló, digamos, un litro de aire. Dos mil años es un tiempo suficiente para que ese litro se haya homogeneizado en la atmósfera del planeta. Olvidémonos de la absorción del oxígeno por las plantas y del nitrógeno por el suelo: más pronto o más tarde sueltan lo que han atrapado; y si no, restemos una proporción razonable. En aquel litro de aire había unas diez elevado a 23 moléculas: un uno y 23 ceros. Siendo seis mil y pico kilómetros el radio de la Tierra, y pongamos 20de altura para la atmósfera, hagamos el cálculo y concluiremos que en cada metro cúbico de aquélla hay varias moléculas del litro de aire que exhaló Cristo al morir. En esta habitación hay... decenas. A lo largo de una vida inhalamos varios millones de ellas cada uno de nosotros. Por supuesto, también pasarán por nuestros pulmones moléculas que respiraron Tutankamon y el caballo de Calígula, pero cada uno puede pensar y disfrutar como quiera. Para muchos lectores, lo de Cristo debe de ser muy bonito; para otros, el cálculo basado en el número de Avogadro alerta sobre lo delicado y rico que es el aire y la necesidad imperiosa que tenemos de cuidarlo manteniéndolo limpio. Para colmo de lírica científica (o ciencia delirante) pensemos que el número típico de estrellas de una galaxia es diez elevado a once, y que puede haber unas diez elevado a doce galaxias. ¿De nuevo el número de Avogadro para las estrellas? Cada uno de nosotros tenemos diez elevado a once neuronas, sede del pensamiento (¿o alma?) y desde Adán hemos existido unos diez elevado a doce humanos. ¡Otra vez! ¿No es bonito que los chavales aprendan cosas en este plan? Quizá terminen soñando; y ése es el objetivo.

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