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Las otras ciencias

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de Física atómica, molecular y nuclear en la Universidad de Sevilla

Hace unas décadas se dio un fenómeno curioso en las universidades españolas: infinidad de estudios antecedieron su denominación con la palabra ciencias. Ciencias del Turismo, del Trabajo, del Seguro, de la Actividad Física y el Deporte y cosas así. Todos científicos; nada o poco que objetar. Sin embargo, las más tradicionales de estas ciencias sí que merecen reflexión aparte. Me refiero a Ciencias Económicas y Empresariales, Ciencias de la Educación y Ciencias Políticas. Léase el resto de la columna con ánimo distendido y admitiendo el carácter respetuoso del autor.

La Ciencia de la Economía tiene hasta su premio Nobel, por muy sucedáneo que sea. Esto implica que tiene grandes figuras internacionalmente reconocidas y por tanto también gurús. El más glorioso de los últimos tiempos se llama Alan Greenspan. Todo el mundo le rendía pleitesía, y ese mundo lo formaban nada menos que los directivos de los grandes bancos planetarios, los ministros de Economía, los consejos de administración de las multinacionales más portentosas y de todos ellos para abajo. El oráculo no dio ni una en las predicciones y recetas que nos importaban a la mayoría, o sea, que ni se enteró de que se avecinaba una crisis histórica.

Nadie debe sorprenderse de que las miríadas de licenciados en Economía que hay en este país despierten poca confianza cuando se atreven a vaticinar, de manera que provocan más indiferencia que otra cosa. Las huestes de sus colegas científicos, los de empresariales, fascinan aún más en un país donde en torno al 90% del sistema productivo lo forman microempresas que no tienen ninguna necesidad de ellos. Y las grandes forman a sus ejecutivos por cuenta propia.

Los científicos de la educación, también llamados pedagogos, se definen como aquellos que cultivan el arte de enseñar a enseñar. Tienen un problema que quizá sea menor, no sé, pero es que la inmensa mayoría de ellos sólo se han dado clases a ellos mismos. Todos los ministros del ramo les han dado gran cancha durante la democracia, por lo que quizá tengan cierta responsabilidad en la aciaga situación de la instrucción pública. Quizá, no: seguro.

Los científicos de la política brillan por su ausencia entre la clase política. Clara paradoja. Parece que hay más en los estudios radiofónicos a modo de tertulianos que en los parlamentos y ministerios. En cualquier caso, lo que está claro es que si los científicos del método de Galileo falláramos como estos otros científicos, estábamos todos en el paro cuando no en prisión. No se enfade el lector si es uno de ellos: todo lo anterior es broma.

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