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Serendipia: el azar y la sagacidad

EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático

La inolvidable Audrey Hepburn de Desayuno con diamantes exclama en un momento dado: Serendipity! Tal vez sin saberlo, está citando a Horace Walpole, que a mediados del XVIII acuñó este término a partir de la lectura de un cuento persa titulado Los tres príncipes de Serendip (nombre árabe de Ceilán, la actual Sri Lanka). Estos príncipes, como suelen hacer los de los cuentos (al contrario que los de verdad, que no suelen hacer nada), recorren el mundo en busca de aventuras y realizan todo tipo de descubrimientos inesperados. Y, desmintiendo por una vez a Stendhal (que dijo que no hay nada tan estúpido como un príncipe), los tres ilustres hermanos saben aprovechar estos felices accidentes. Eso es la serendipia: el inteligente aprovechamiento de un azar favorable.

Inciso: el término serendipity figura en los diccionarios ingleses al menos desde mediados del siglo pasado; el de la RAE no recoge ningún equivalente en castellano, y en el de Manuel Seco aparece la variante "serendipidad", tan lícita como "serendipia", aunque yo prefiero esta última forma. Fin del inciso.

Pero ¿acaso no son eso todos los descubrimientos, sagaces aprovechamientos de azares propicios? Se suelen citar como ejemplos de serendipia el sueño de Kekule sobre la estructura anular del benceno, la manzana de Newton, la bañera de Arquímedes, la lágrima de Fleming, varios de los inventos de Franklin y Edison... Pero cuando Franklin y Edison (la frase se atribuye a ambos y bien atribuida está en ambos casos) afirman que un hallazgo genial se compone de una parte de inspiración y nueve de transpiración, ¿no están proclamando la universalidad de la serendipia? Porque ¿qué es la llamada "inspiración" sino un azar favorable? Que el acontecimiento fortuito sea externo (manzana de Newton), interno (sueño de Kekule) o mixto (lágrima de Fleming) poco importa: seguramente encontraremos alguno detrás de cada gran idea.

Toda idea nueva es, en cierto modo, un accidente. Cuando menos en el sentido de que se sale de los caminos señalizados del pensamiento convencional. Y, como ocurre con toda clase de accidentes, sin duda juega el azar un papel importante en su génesis. Tal vez en todas las mentes surjan grandes ideas, aunque la mayoría pasen de largo sin dejar huella en una conciencia incapaz de asumirlas. Tal vez lo que llamamos genios sean simplemente personas que, parándose a distinguir las voces de los ecos, permanecen atentas a una algarabía interior en buena medida común a todos.

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