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Mamá sabe lo que hace

VENTANA DE OTROS OJOS //MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Al fin y al cabo somos animales, ¿no?, así que no es raro que los humanos tendamos a reconocer en los parientes zoológicos algunos vicios y virtudes que, en cuanto tales, son propios exclusivamente de nuestra especie. Por citar algún ejemplo, el armiño sería puro, el zorro astuto, la serpiente traicionera y el toro noble.

Pero ya se sabe que las apariencias engañan. Creo recordar que fue Konrad Lorenz, probablemente en El anillo del Rey Salomón, quien confesaba atribulado que las inocentes tórtolas, palomitas símbolos de la paz, el amor y la virtud, eran en realidad las aves más violentas y crueles de las que criaba en casa. Similares caídas del pedestal han ocurrido a especies que eran símbolo de la fidelidad de pareja tras la generalización del uso de la genética molecular, que permite detectar paternidades.

Las marmotas de los Alpes, introducidas con notable éxito en los Pirineos, han sido ejemplo de familia ideal: una pareja duradera y monógama rodeada de hijos colaboradores. Viven las marmotas en sociedades familiares que defienden un territorio común, pero usualmente sólo la pareja dominante se reproduce, aunque existan otros individuos sexualmente maduros en el grupo. Durante una o dos temporadas, estos adultos no reproductores ayudan a la crianza de sus hermanos más pequeños, y luego se dispersan para intentar formar pareja en otro sitio.

¿De veras será todo tan "correcto"? Al parecer no. Un grupo de investigadores de la Universidad de Lyon, encabezado por Aurélie Cohas, ha demostrado recientemente que una de cada tres camadas contiene algún pequeño que no es hijo de su presunto padre, mientras uno de cada seis jóvenes es fruto de cópulas extramaritales, por decirlo de algún modo.

"Está bien -pueden plantearme-, las marmotas no son tan fieles, ¿y qué más da?". Lo apasionante no son tanto los devaneos de mamá marmota, sino los excelentes resultados que obtiene de ellos. Los científicos franceses han podido demostrar que los hijos extramaritales son mejores, más eficientes, tanto en lo que atañe a buscarse la vida como a conseguir pareja. La tasa de supervivencia a los dos años de vida es un 30% más alta entre los concebidos fuera de la pareja, y la posibilidad de llegar a ser dominantes (y por tanto reproductores) también es mayor. En definitiva, mamá marmota sabe lo que hace al escoger al mejor padre de sus hijos, aunque pueda no coincidir con su pareja. Si entendiera y pudiera hablar, tal vez diría, con toda razón: "Hijo mío, lo he hecho por tu bien". Como no entiende, se limita a dejar hijos e hijas parecidos a ella, es decir, ligeros de cascos y eficientes. Se trata de la selección natural en acción.

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