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Bipedismo y parto

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

La postura erguida y la locomoción bípeda se consideran rasgos distintivos de la genealogía humana. Caminar erguidos sobre las piernas tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Para que un cierto carácter tenga éxito y prospere en una especie determinada la evolución siempre se encuentra en la disyuntiva del compromiso entre los factores favorables y los que no lo son. Todo depende de que ese carácter resulte un impedimento para dejar descendientes o, por el contrario, favorezca la posibilidad de que la descendencia sea más numerosa. La locomoción bípeda, ni tan siquiera habría aparecido si sus desventajas hubieran impedido la viabilidad y prosperidad de los homininos.

 

Para que la locomoción sea eficaz desde el punto de vista energético, los bípedos necesitamos acortar la distancia entre la región del sacro y los acetábulos, donde encajan la cabeza de los fémures. Además, la distancia entre los acetábulos tampoco debe ser excesiva. Con estas exigencias anatómicas las dimensiones del canal pélvico tienen necesariamente que disminuir. Los recién nacidos tienen menos espacio para salir al exterior. En el linaje humano, las especies del género Homo tenemos el problema añadido de un cerebro de gran tamaño, que en nuestros recién nacidos alcanza un volumen de hasta 380 centímetros cúbicos, una cifra similar a la de los chimpancés adultos.

 

La acción de la oxitocina es capaz de forzar los ligamentos que unen los huesos púbicos para aumentar hasta un 20 por ciento las dimensiones ánteroposteriores de nuestro canal pélvico. Las dimensiones transversales apenas aumentan un siete por ciento. De este modo, podemos salir del útero materno, aunque con no pocos problemas obstétricos. Pero, ¿qué conocemos del parto en especies anteriores? Las pocas pelvis que se conservan en el registro fósil de otras especies, incluidos los neandertales, tienen diámetros del canal pélvico relativamente más anchos que los nuestros. Esta parece ser la condición primitiva en todas las especies del linaje humano. El tamaño del cerebro de los recién nacidos en estas especies era también más pequeño que el nuestro, por lo que se pueden inferior menores problemas obstétricos en todas ellas. Tan sólo nosotros hemos derivado hacia una pelvis estrecha y hemos llegado al límite de las posibilidades, que solucionamos en muchos casos con los avances de la ciencia médica. La ventaja del ahorro energético en los desplazamientos pudo ser la clave de este cambio en la pelvis, en apariencia tan contradictorio.


 

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