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El tamaño importa

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

Los neandertales fueron los auténticos y genuinos aborígenes europeos, con raíces en el continente que se pierden en la noche de los tiempos. La presunta superioridad de la humanidad actual con respecto a ellos y a todos nuestros ancestros ha quedado muy bien reflejada en la literatura científica del siglo XX. Las hipótesis que se propusieron para explicar la extinción de los neandertales incidían siempre en su incapacidad anatómica y/o fisiológica para hacer frente a las condiciones ambientales.

Pues resulta que los neandertales y sus antecesores europeos resistieron durante más de 500.000 años los intensos fríos glaciales que asolaron el hemisferio norte durante el 80% de ese largo periodo. Su tecnología no tenía nada que envidiar a la que realizaron nuestros antepasados africanos más directos. Llegaron a dominar el fuego, enterraron a sus muertos, conocieron técnicas de caza que nos asombrarían y su cerebro llegó a ser de mayor tamaño que el de nuestra especie; pero entonces, ¿qué sucedió?

Es indudable que hace unos 50.000 años la especie Homo sapiens fue capaz de competir con gran éxito no sólo con los neandertales, sino con todas las demás especies de homínidos que se cruzaron en nuestro camino. Por los datos anatómicos sabemos que nosotros éramos más ágiles y eficaces desde el punto de vista energético, pero ellos eran mucho más fuertes. Así que, en ese aspecto, podríamos hablar de un empate técnico. En cuanto a nuestras habilidades tecnológicas es evidente que sólo progresaron de manera significativa hace menos de 30.000 años.

Hace muy pocas semanas, los investigadores británicos Paul Mellars y Jennifer French nos explicaban en la revista Science sus conclusiones acerca de la enorme supremacía demográfica de nuestra especie frente a la de los neandertales, a los que superábamos en número en una proporción de diez a uno. En estas condiciones, tuvimos la oportunidad de rivalizar con éxito en la obtención de los recursos disponibles.

Nuestra capacidad para crear alianzas entre clanes y redes sociales fueron determinantes para obtener el éxito y el dominio de todos los territorios. Cuando nos quedamos solos, las interacciones sociales permitieron el desarrollo de una mente con mayores posibilidades para la creación artística, el simbolismo y el progreso exponencial en las tecnologías del Paleolítico. También sabemos que hibridamos con ellos y tuvimos descendencia fértil. De su importante legado genético hablaré en un par de semanas.

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