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Ante la hora final

CIENCIA DE PEGA // MIGUEL ÁNGEL SABADELL

En 1969 se publicaba Sobre la muerte y los moribundos, de Elisabeth Kübler-Ross, una psiquiatra de origen suizo que pasó toda su vida asistiendo a agonizantes. A ella le debemos la teoría de los cinco estados previos a la muerte (negación, ira, regateo, depresión y aceptación) y la llamada de atención a médicos y familiares sobre las especialísimas necesidades de quienes se enfrentan a su hora final. En este mundo oscuro y triste no es difícil acabar creyendo en lo increíble. El contacto con los moribundos hizo que Kübler-Ross aceptara la existencia de Dios y de otra vida. En 1976 cayó bajo la influencia de Jay Barham, uno de los muchos "canalizadores psíquicos" que habitan la soleada California. Kübler-Ross poseía un centro, llamado Shanti Nilaya –del sánscrito, última casa de paz–, para ayudar a quienes estaban pasando o habían pasado por el trance de perder a algún ser querido . Y allí fue invitado Barhman como estrella rutilante.

El "canal" no sólo entraba en contacto con los maridos de las apenadas viudas, a través de él también podían recuperar la actividad sexual perdida. El escándalo saltó cuando cuatro de ellas se descubrieron con infecciones vaginales y una, al encender la luz durante una sesión con una de esas "entidades", descubrió al aprovechado médium totalmente desnudo... salvo por un turbante.

Lo mejor fue la excusa que el príapo charlatán dio: los etéreos seres le habían clonado, con turbante y todo, para poder disfrutar de las delicias de la carne. El asunto provocó que se cuestionara la salud mental de Kübler-Ross y su prestigio se fue al garete. ¿Pero y las cándidas viudas? ¿Cómo pudieron creerse las patochadas de semejante vividor? La necesidad de creer anula el sentido común. Lutero lo dejó expresado con claridad meridiana: "La fe debe sofocar toda razón, sentido común y entendimiento". Lo más curioso es que Kübler-Ross, ardiente defensora durante décadas de esa otra vida tras la muerte, tuvo su punto de inflexión cuando sufrió una serie de ataques al corazón, que culminaron en 1995, dejándola paralizada del lado izquierdo.

En una entrevista publicada dos años más tarde en el San Francisco Chronicle, la psiquiatra afirmó: "Durante 40 años he hablado de un Dios bueno que ayuda a la gente, que conoce lo que necesitas y todo lo que debes hacer es pedírselo. Bien, es una chorrada. Quiero decir al mundo que todo eso es una mierda. No creo una palabra de ello".

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