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El barco diabólico

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Abusar explotando los recursos, decíamos la semana pasada, pone en peligro la capacidad del Planeta para fabricarlos. Consumimos cuanto se produce y estamos en trance de devorar la propia "fábrica". Ahora bien, 6.500 millones de personas necesitan comer diariamente y quizás no quede más remedio que actuar así. ¿Acaso hay otras opciones? La tortuosa historia del pesquero Atlantic Down puede ayudarnos a responder.

Cuando supe del Atlantic Dawn, gracias a mi amigo Alex Aguilar, el barco ya no existía. O sí lo hacía, pero oculto bajo otro nombre y faenando en distintos caladeros. Construido en Noruega con generosos subsidios públicos, el Atlantic Dawn fue botado en Irlanda, cuya bandera enarbolaba, el año 2000. Formaba parte, pues, de la flota de la Unión Europea, aunque para aceptar su tonelaje hubo que modificar la normativa. Con 144 m de eslora (como un pequeño trasatlántico), se trataba del pesquero mayor del mundo, provisto de redes de cerco y arrastre de muchos centenares de metros. Su capacidad de expolio era tan alta que Bruselas no dudó en prohibirle actuar de forma regular en aguas de la Unión, y lo mandó a África.

Durante seis años el Atlantic Dawn ha pescado en Mauritania y Senegal, mejor o peor amparado por acuerdos europeos con esos países. Lo conocían como el barco del infierno. Su volumen de extracción diario equivalía al de 3.000 cayucos de los que usan los pescadores locales, y su capacidad de almacenamiento de pescado congelado alcanzaba las 7.000 toneladas. Era el más grande, pero fuera de eso tan sólo un integrante más de las flotas europea y japonesa que saquean los mares de África occidental. Hoy día, para pescar un kilo de langostinos los senegaleses necesitan un esfuerzo 20 veces mayor que hace 30 años; además, si antes faenaban con éxito a 20 minutos de navegación desde la playa, ahora precisan viajar cuatro horas, con riesgo de ahogarse. ¿Merece la pena seguir pescando en esas condiciones? Mientras los hijos de los viejos pescadores meditan si aventurarse a emigrar, el Atlantic Dawn cambiado de nombre está pescando, se dice, en caladeros peruanos.

Los científicos aseguran que las flotas de los países desarrollados esquilman los recursos naturales, no sólo en el Atlántico oriental. ¿Sirve, al menos, para reducir el hambre en el mundo? Me temo que no. Tan sólo nutre mejor a quienes ya estamos bien alimentados. Acabo, pues, donde empecé hace siete días. El presidente de Senegal ha dicho en Madrid: "Los jóvenes de mi país mueren viajando a Europa porque no encuentran pesca en su tierra". Que los ricos aprendamos a renunciar a lo superfluo para que los pobres conserven lo imprescindible, también es alianza de civilizaciones.

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