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Podemos votar

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de Investigación del CSIC

Una pregunta habitual de la gente cuando hablamos de la necesidad de conservar la naturaleza, y con ella la capacidad de la Tierra para mantener a nuestra sociedad, se refiere a lo que, a nivel individual, podemos hacer para mejorar la situación. Casi siempre, la cuestión viene acompañada de un matiz derrotista: "Ya sé que la solución depende de los políticos, pero...".

Afortunadamente, sin embargo, escogemos a nuestros políticos. Ni siempre lo hemos hecho, ni todo el mundo puede presumir de hacerlo. Debemos congratularnos por ello. Pero, al tiempo, eso nos asigna una especial responsabilidad, puesto que no cabe afirmar que nuestros dirigentes sean del todo ajenos a nuestra voluntad y a nuestras decisiones. Digamos que eso es algo que los ciudadanos intuimos, pero raramente llegamos a asumir. Por no hacerlo, me sorprendió hace unos años que mis colegas, los científicos de la conservación norteamericanos, empezaran a decir casi unánimemente que lo primero, y quizás más importante, que las personas normales podemos hacer por el medio ambiente, es votar.

Ocurrió a partir de las elecciones presidenciales de noviembre de 2000 en Estados Unidos. En aquel momento, apenas unos cientos de votos en Florida, y aún así con polémica, separaron la derrota de Al Gore de la victoria de George Bush. Seguramente Gore no hubiera sido, como presidente, tan verde como se ha mostrado luego, pero desde luego su liderazgo, cuando menos en el plano ambiental, habría sido muy diferente del de Bush. Sin ir más lejos, la administración de Clinton, con Gore como vicepresidente, firmó el protocolo de Kyoto, que más tarde el gobierno de Bush no ratificó, poniendo a su país en una situación vergonzante de la que sólo ahora, siete años perdidos más tarde, intenta escapar.

Los naturalistas americanos, apenas transcurridos unos meses tras las elecciones, se desesperaban. Si un puñado de jóvenes inquietos por el medio ambiente -decían-, en lugar de irse a pescar, o al campo a hacer una barbacoa, invocando que "todos los políticos son iguales", hubieran ido a votar, la situación ambiental del Planeta entero, ya no sólo la de Estados Unidos, sería hoy diferente. Sobrecoge pensarlo. No debemos infravalorar nuestras capacidades.

Es incierto que todos los políticos sean iguales. Debe ser inevitable que ninguno nos guste del todo, pero eso no quita para que unos se acerquen a nuestros planteamientos más que otros. Si no apoyamos a quienes nos gustan más (o nos disgustan menos), las consecuencias serán nuestra responsabilidad. Tenemos que separar y reciclar la basura, ahorrar agua y energía, andar más y usar menos el coche, consumir racionalmente y sólo productos fabricados con respeto al medio ambiente, etc. Pero además, también podemos y debemos votar.

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