La ciencia es la única noticia

¿Hijos de Caín?

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Acabo de regresar, justamente en el día de la fiesta democrática que en principio son todas las elecciones. Durante algún tiempo he estado lejos y mal comunicado, así que, debo confesarles, antes de irme dejé escrita la columna destinada a aparecer en el periódico este lunes de resaca. Era más bien ligera, y en ella bromeaba sobre el título general de la sección –La ciencia es la única noticia–, en la seguridad de que los resultados electorales serían hoy una noticia más relevante que cualquier aporte científico. No imaginé que otra novedad mucho más triste iba a golpearme con violencia a mi llegada a casa: una vez más, invocando unos ideales que sus acciones ensucian y deslegitiman, han asesinado estúpidamente a un hombre, dejando una viuda, varios huérfanos y muchos millones de dolientes perplejos.

Hace unos lustros estuvo de moda la hipótesis de que el ser humano había evolucionado como un primate violento y depredador. La hizo célebre, al menos a nivel popular, Robert Ardrey, quien escribió frases tan terribles como: "El hombre es un cazador cuyo instinto natural es matar con un arma". Mi amigo y maestro Félix Rodríguez de la Fuente, que unía a sus dotes para la comunicación una innegable vocación dramática, se recreaba contando que los humanos tuvimos una oportunidad con Abel, pero que su muerte hizo de todos nosotros violentos descendientes del asesino Caín.

Hoy no  se admite el imperativo agresivo que durante algún tiempo Ardrey defendió con éxito. El ser humano ha sido a lo largo de su historia, y sigue siéndolo en gran medida, un primate vegetariano, esencialmente granívoro, que complementa su dieta con carne (como hacen los chimpancés y varios otros de nuestros parientes cercanos). Mi compañero de sección José María Bermúdez de Castro ha recalcado recientemente el papel de la solidaridad y la cooperación en la conformación de nuestra naturaleza, aun recordando a la vez la tendencia al comportamiento violento hacia grupos rivales. Pero hoy día sabemos que el mundo es cada vez más pequeño y todos los grupos somos el mismo grupo. Nadie sobra. Todos hacemos falta. Y no avanzaremos ni un paso eliminando a los que piensan distinto que nosotros.

Los pistoleros carecen de la menor justificación. Ni siquiera pueden argumentar que la tendencia a matar esté inscrita en sus genes. Porque, sin ir más lejos, en nuestros genes figura que el bípedo que somos precise decenas de miles de años para viajar del corazón de la Amazonía a Sevilla y, sin embargo, yo he venido en menos de veinticuatro horas. Y no me ha pasado nada. Por lo demás, festejemos o lamentemos el resultado electoral, nadie podrá arrancarnos el crespón de luto.

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