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Ángeles de la guarda

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Las poblaciones de buitres españoles parecen gozar de buena salud, algo que no preveíamos hace treinta o cuarenta años, cuando la sustitución por tractores de los animales de carga en el campo auguraba para ellos un destino poco halagüeño. No obstante, los científicos han llamado la atención recientemente sobre un problema tan poco previsible hace lustros como la mejora en la situación de los propios buitres: Los carroñeros alados abusan de los antibióticos, lo que podría afectar a su capacidad de resistencia a las enfermedades.

¿Cómo que abusan?, dirán ustedes. Pues sí, lo hacen. Los buitres ni necesitan ni buscan antibióticos y, sin embargo, desde que nacen los ingieren inadvertidamente con los cadáveres de los que se alimentan, a menudo pertenecientes a animales domésticos que han sido tratados con carácter preventivo. La relación entre buitres y antibióticos es poco intuitiva, no surge a primera vista, sólo la investigación permite detectarla.

Ahora bien, esa situación no es exclusiva de los buitres y nos afecta de lleno a las personas. Mi colega en el CSIC Damiá Barceló, que recibió hace unos meses el Premio Rey Jaime I a la Protección del Medio Ambiente, ha dedicado su vida a estudiar lo que llaman "nuevos contaminantes", presentes en las aguas que utilizamos para regar, cocinar y beber. Esos contaminantes, impensables hace un siglo, son drogas, son antibióticos, son analgésicos y antidepresivos, son biocidas, etc. Tal vez no necesitemos tales sustancias, ni por supuesto las busquemos, como les ocurre a los buitres, pero están en nuestras aguas dulces y son difíciles de detectar y aún más de eliminar.

"La contaminación en el río acaba repercutiendo en nuestro grifo y eventualmente en nuestra salud", aseguró hace algún tiempo Damiá Barceló. Más recientemente, desde su pedestal como premiado, ha reconocido la buena calidad, en general, del agua de consumo en España, pero también ha pedido un mayor esfuerzo por mejorar las tecnologías de depuración, por fabricar y utilizar productos que se degraden con facilidad, y por concienciar a la población: Si en lugar de entregar los medicamentos caducados en la farmacia o en el ambulatorio, los tiramos a la basura, acabarán volviendo a casa con el agua del grifo.

Durante gran parte de su existencia como especie, al ser humano le han bastando sus órganos de los sentidos, junto al así llamado sentido común, para detectar y enfrentar los problemas. Pero esa fórmula no sirve en el globalizado y complejo mundo de hoy. La experiencia personal no es una buena fuente de información porque nos faltan instrumentos para conocer cuanto nos rodea y nos afecta. Hoy hace falta investigación. En el siglo XXI, nuestros ángeles de la guarda sólo pueden ser científicos. Como Barceló, sin ir más lejos.

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