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La conquista de Eurasia (I)

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

Las dos terceras partes de la trayectoria evolutiva del linaje humano transcurrieron en África. Durante cuatro millones de años fuimos primates bípedos de poco más de 400 centímetros cúbicos de capacidad craneal, ligados a zonas boscosas de las regiones orientales de este continente. Las primeras alternancias en el clima, iniciadas hace más de 2,5 millones de años, modificaron de manera drástica una buena parte de los paisajes africanos. Una situación dramática que superamos gracias a las posibilidades biológicas de adaptación de aquellos primeros humanos. Un cerebro de mayor tamaño y complejidad y el comienzo de la elaboración sistemática de herramientas de piedra culminaron en la aparición de homínidos, que la mayoría de autores ya incluyen en el género Homo.

Durante muchos años se pensó que la primera expansión demográfica fuera de África habría tenido como protagonista a la especie Homo erectus, un homínido de elevada estatura y una capacidad craneal que superaba los 850 centímetros cúbicos. La proeza de conquistar un nuevo continente habría sucedido hace tan sólo un millón de años, de acuerdo con los datos disponibles hasta finales de los ochenta del siglo XX. Tan sólo veinte años más tarde resulta interesante analizar el pensamiento de los científicos que marcaban las pautas en el paradigma de entonces. Cuando miramos hacia un pasado tan remoto no podemos evitar la proyección de nuestra condición de exploradores infatigables, pero también claramente antropocentrista. La primera salida de África y la expansión demográfica por Eurasia habría sido casi premeditada, llevada a cabo por homínidos de piernas largas, capaces de recorrer grandes distancias, y bien pertrechados con una tecnología desde luego más compleja que la de Homo habilis.

La presentación del hallazgo de una mandíbula humana en un yacimiento de comienzos del Pleistoceno inferior de la República de Georgia pasó casi inadvertida en un congreso celebrado en Frankfurt en 1991. Era la primera comunicación de la tarde y los científicos no dominaban el inglés. La sala estaba casi vacía y la presentación apenas fue seguida por unos cuantos jóvenes, que habíamos asistido para aprender. Los intereses del congreso se centraban en el debate sobre el origen único y africano de nuestra especie o en su aparición simultánea en África y Eurasia. Aquella comunicación, un tanto exótica, no era del interés general. Diecisiete años más tarde, el yacimiento de Dmanisi cuenta ya con cinco cráneos perfectamente conservados, cuya antigüedad bien contrastada supera la cifra de 1,7 millones de años. El estudio de estos primeros humanos de Eurasia es ahora uno de los temas estrella de la paleoantropología y sus investigaciones han sido publicadas en revistas tan prestigiosas como Nature o Science.

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