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Peces e ideas resbaladizas

CIENCIA SOÑADA // JORGE BARRERO

Algunos naturalistas del siglo XIX, como Darwin o Mendel, se hallan entre los científicos más celebres de todos los tiempos. Louis Agassiz fue otro de estos pensadores intuitivos y valientes, adictos a las teorías revolucionarias, pero la posterioridad le relegó a un segundo plano, seguramente, porque sus errores fueron al menos tan sonados como sus aciertos.

Entre sus éxitos, destaca el descubrimiento de los períodos glaciares que congelaron el planeta durante miles de años, conclusión a la que llegó tras pasar temporadas en una choza que él mismo se construyó sobre los hielos alpinos. También se le considera un maestro en la búsqueda de peces fósiles y era célebre su destreza para limpiar y clasificar los especimenes encontrados.

La localización de fósiles es un trabajo minucioso que combina habilidades técnicas e inspiración artística. De algunas partes expuestas en la superficie de la roca, el investigador debe deducir la forma completa del organismo, para luego eliminar con un cincel el material adherido. Agassiz dedicó largas jornadas a esta tarea y, si la leyenda es cierta, a veces seguía trabajando mientras dormía.

En 1832, durante una estancia en París, Agassiz se enfrentaba a un espécimen extraño con el contorno parcialmente oculto. Durante dos noches, la imagen de un pez fantástico le asedió en sueños, aunque sin la nitidez necesaria para fijarla en el recuerdo lúcido. La tercera noche, Agassiz dejó a mano papel y pluma. La visión le sobresaltó de nuevo, pero esta vez pudo esbozar sobre el papel el pez soñado. Por la mañana, se dirigió al museo y limpió las partes aún ocultas, descubriendo que su boceto se correspondía con la forma del animal.

Soñador, abnegado, aventurero, intuitivo, genial..., atributos merecidos pero incapaces de hacer olvidar al Agassiz defensor de las tesis racistas de finales del XIX ("el cerebro del negro es el mismo cerebro imperfecto que el del niño de siete meses en el vientre de la blanca"), ni al creacionista radical ("es trabajo de científicos y profetas proclamar las glorias del Señor"). Hace tan solo unas semanas, el Gobierno de su Suiza natal estudió –aunque finalmente la rechazó– una propuesta de los colectivos antiracistas para cambiar el nombre del Monte Agassiz, una cumbre alpina bautizada en su honor.

Agassiz descansa desde 1873 en Cambridge (Estados Unidos) bajo una roca expresamente traída del glaciar alpino que fue su hogar. Afortunadamente, sus peores ideas, también han sido definitivamente enterradas.

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