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Todo el mundo es bueno

Ventana de otros ojos// Miguel Delibes de Castro

* Profesor de investigación del CSIC

¿Cómo lo canta Sabina? "No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió". Sospecho que los humanos tenemos una profunda añoranza, no sé si buena o mala, del paraíso (por eso lo hemos inventado). Me refiero a ese tiempo y lugar donde, en palabras del profeta Isaías, "el lobo morará con el cordero y el leopardo dormirá con el cabrito", al tiempo que "el león, como el buey, pacerá hierba". A todos nos resultan simpáticas las imágenes de feliz armonía entre un gato y un ratón, por ejemplo, y preferimos no pensar que si el gato está tan tranquilo es porque antes se ha saciado con otros ratones (u otra comida viva, o que fue viva). Los circos utilizan a veces como atracción esas extrañas familiaridades, pero el maestro fue un avispado empresario americano llamado Barnum, que a finales del XIX ganó mucho dinero mostrando en una gran jaula a depredadores que no cazaban conviviendo con presas que no huían, como prueba (tramposa) de la falsedad de la lucha por la vida darwiniana.

En países como el nuestro, donde la mayoría de la población es urbana y tiene una noción idealizada de la naturaleza, esa impresión de que en ella "todo el mundo es bueno" (me resisto a escribirlo como Summers en el título de su película), y animales silvestres y humanos podemos convivir sin ningún problema, tiende a reforzarse. Recuerdo otra imagen idílica que gozó de justa fama hace unos años: Un policía islandés detenía el tráfico urbano para que, en fila india, atravesara la calle una familia de patitos. Era enternecedora, ciertamente, pero reconocerán conmigo que poco práctica. Si el hecho ocurriera a menudo tendríamos que suprimir el tráfico o suprimir los patos. Nos guste o no, los pueblos y ciudades no son un lugar idóneo para la mayoría de las especies, que antes o después crean problemas y lo acaban pagando (a menudo con la vida).

De igual modo, nosotros creamos problemas a la fauna silvestre cuando invadimos sus dominios. Es tiempo de vacaciones, y cientos de miles, si no millones, de personas atienden a los reclamos del país del oso, el cañón de las águilas, o el mundo del lobo, y se desparraman por los rincones más recónditos de nuestra geografía. No sugiero que no lo hagan, entre otras cosas porque a mí me gusta hacerlo, pero sí pondría dos condiciones: A los usuarios, que cumplan todas las normas (incluido el silencio), y a las autoridades que no faciliten demasiado las cosas, si no quieren matar a la gallina de los huevos de oro. Porque es agradable imaginar que vivimos en el edén descrito por Isaías, pero no existe. ¡Feliz verano!

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