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¿Se puede ver el futuro?

CIENCIA DE PEGA // MIGUEL ÁNGEL SABADELL

¿Quieres conocer tu futuro? Llama al... Cuando se acerca la medianoche —la hora de las brujas— las cadenas de televisión se ven a menudo invadidas por toda una corte de videntes, tarotistas y chamanes que, en lugar de intentar vendernos un detergente o unas galletas, ofrecen su "capacidad para ver el futuro", nuestro futuro.

"Los ángeles me han mostrado la forma en que puedo conocer tu futuro", dice una de ellas. Pero ¿qué tiene esa señora para que los ángeles le hayan enseñado? Nada. Bueno, posiblemente mucha cara.

El deseo de saber qué nos deparará el porvenir, si seremos felices con nuestra pareja, si conseguiremos un trabajo estable o si saldremos de esa enfermedad que nos agobia, convive con nosotros los seres humanos desde que tenemos capacidad de pensar.

Lo desconocido nos asusta y la necesidad de obtener seguridades en nuestra vida ha provocado que el mundo del oráculo haya sido, desde siempre, un campo abonado para vividores y sinvergüenzas. Porque la videncia sigue siendo un gran negocio.

Según estiman algunos expertos, más de 10.000 españoles acuden diariamente a las consultas de los videntes. Los herederos del famoso oráculo de Delfos mueven unos 1.000 millones de euros anuales. Echar las cartas, leer los posos del café, el método nada ecológico de leer las entrañas de un animal o el más asqueroso de leer heces puede hacerles ganar entre 30 y 200 euros (porque en esto, como en todo, existe el caché) en poco más de media hora.

La idea central para ser un vidente de éxito me la contó hace unos años en Ostende (Bélgica) el psicólogo de la Universidad de Oregón (EEUU) Ray Hyman: "Se debe convencer al cliente de que sabes todo acerca de su futuro; no importa que no lo sepas, el cliente debe creérselo".

En sus tiempos de estudiante Hyman leía la mano para ganar algún dinero. Sus clientes estaban convencidos de su capacidad, y él también.

Así me lo contó: "Un día un profesor me pidió que realizase el siguiente experimento: debía decir al cliente justamente lo contrario que veía. ‘Ya verás cómo también aciertas mucho’, me dijo. Y así fue. Me dediqué a decir exactamente lo contrario a lo que estaba escrito en los libros sobre quiromancia, y acertaba tanto como con ellos".

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