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La flecha del tiempo

LAS 30 Y UNA NOCHES // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático

La perfección es, por definición, inalterable.

Algo que pudiera volverse mejor o más completo no sería perfecto, y si pudiera empeorar, tampoco, pues llevaría en sí el germen de la degradación o, cuando menos, sería asequible a ella.

Por lo tanto, sólo un Dios imperfecto pudo disparar la flecha del tiempo.

Pero, de ser así, ¿por qué lo habría hecho?

Algunos grandes arqueros de los tiempos heroicos, al sentirse morir, lanzaban al aire una última saeta y pedían ser enterrados donde terminara su breve vuelo, su agotada búsqueda de la altura, metáfora de la vida y la muerte.

Otros elegían así el lugar sagrado donde levantar un castillo o fundar una ciudad.

O simplemente anunciaban su presencia con el peculiar silbido de su flecha.

Tal vez seamos un síntoma de la lenta agonía de Dios.

O un hito de su largo viaje iniciático.

O una sílaba de su nombre.

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